Un «mártir de Cáritas» guillotinado por los nazis será beatificado este sábado
La catedral de Katowice acoge este sábado la beatificación del sacerdote mártir Jan Macha, que tras la ocupación alemana creó una red de ayuda material y espiritual a los afectados por la guerra
«Me queda muy poco tiempo. Tres horas, tal vez, así que ¡hasta la vista! Quedaos con Dios. Rezad por vuestro Hanik», son las palabras que dirigió a su familia antes de morir el sacerdote polaco Jan Macha, martirizado a manos de los nazis en 1942, que va a ser beatificado este sábado en Katowice (Polonia).
Nacido el 18 de enero de 1914 en Chorzów Stary, el 25 de junio de 1939 fue ordenado sacerdote por en la iglesia de San Pedro y San Pablo en Katowice. El comienzo de su sacerdocio coincidió así con el estallido de la Segunda Guerra Mundial y la ocupación de su tierra por las fuerzas alemanas. De este modo pudo ser testigo de las dificultades que pasaban muchas familias, pues muchos hombres fueron arrestados, asesinados o directamente deportados a campos de trabajo. En medio de esa situación, comenzó a organizar ayuda económica, material y espiritual en la clandestinidad, en apoyo de todas aquellas familias.
Logró involucrar en estas actividades a muchos jóvenes de la zona, pero la dimensión de la ayuda creció de tal manera que no logró pasar desapercibida ante los invasores: el 5 de septiembre de 1941, Jan Macha fue arrestado por la Gestapo y conducido a la prisión de Myslowice, donde recibió múltiples torturas durante los interrogatorios. Sobrevivió a todo ello gracias a su fe, alimentada con pequeños gestos como un rosario que pudo fabricarse con cuerdas sacadas de su colchón y algunas astillas de madera. Finalmente, el 17 de julio de 1942 fue llevado a juicio y condenado a muerte. ¿La sentencia? «Hochverrat» (alta traición).
Precisamente el motivo aducido por los nazis para su condena ha sido el principal escollo que ha tenido que superar la causa de canonización. Su postulador, el padre Damian Bednarski, explica que Jan Macha «no hizo nada para dañar al estado alemán. Su obra benéfica no tuvo nada que ver con la actividad política». Principalmente, «estaba siguiendo la recomendación de Jesucristo: «En verdad os digo que todo lo que hicisteis por uno de estos mis hermanos más pequeños, lo hicisteis por mí»».
Además de ello, la actividad de Macha se desarrolló en el contexto de la encíclica Mit Brennender Sorge, publicada en marzo de 1937 por Pío XI, en la que «criticando los aspectos teológicos de la política seguida por la Alemania de Hitler, el Papa hizo un llamamiento a los sacerdotes para que no se paralizaran frente a la ideología nacionalsocialista y no dejaran de apoyar a los más necesitados», dice el postulador.
Por si esto fuera poco, «el proceso ha constatado claramente que Jan Macha ayudó a todos, sin importar si eran polacos o alemanes, y así lo indican los relatos de varios testigos. Por todo ello, su labor ha de verse en el contexto de una obra de caridad de la Iglesia en la diócesis de Katowice en aquel momento».
Algunos años antes de la guerra, Macha había confesado a sus amigos: «Estoy pensando en la muerte. ¿Sabéis lo que os digo? Yo no voy a morir de muerte natural, ni de una bala, ni por ahorcamiento, ya lo veréis».
El 3 de diciembre de 1942, la hoja de la guillotina seccionó su cuello en el patio de la prisión de Katowice. Antes pudo confesarse y despedirse de su familia. El capellán de la prisión anotó entonces que el condenado murió «en paz y alegría».
En este sentido, Jan Macha puede ser considerado «un mártir de la Cáritas cristiana», dice su postulador, un sacerdote condenado a muerte «porque no se sometió a la ley alemana, ya que, por encima de la ley, como cristiano, como sacerdote, puso la conciencia al servicio de Dios y de los hombres».