Es un angelito. Casi hasta provoca una sonrisa si no fuera por el drama que representa esta fotografía. Una instantánea que ha dado la vuelta al mundo y que es imposible que no emocione al quien se haya topado con ella esta semana en cualquier periódico o página web. El pequeño cuyo nombre desconocemos duerme acomodado en una maleta de piel. Ni tan siquiera los rayos del sol perturban su sueño inocente. Quien sabe, quizás lleve noches sin poder descansar por el ruido de las bombas o por el llanto de quienes han perdido todo, incluidos a seres queridos. Le cuelgan los brazos, como si fueran dos asas más. Para que no se balancee y se caiga, le han apretado a cada lado las cremalleras de la bolsa. Y así sueña. Con cosas de niños. A lo mejor con jugar a la pelota, con comerse un helado o con algún personaje de cuento. Lo que desea quien le lleva es que, por lo menos, al despertar haya terminado la pesadilla. Esa que parece no cesar. Esa que se repite cada día y cada noche desde hace ya siete años.
Ha pasado un mes del inicio de la salvaje ofensiva contra Guta, en Siria, bastión de los opositores. Tantos bombardeos y tantas muertes que los telediarios se han cansado de hacerse eco porque parece que es contar la misma noticia cada día. Como si cada víctima fuera igual. Como si hubiéramos aceptado la masacre como algo normal que no interesa. Por primera vez en esos 30 días, miles de civiles pudieron huir de la muerte a través del corredor de Hamuriya. Una puerta a la esperanza que se abría y que había que aprovechar con celeridad. No daba tiempo a llenar la maleta de ropa, recuerdos o utensilios valiosos. Había que dejar todo atrás, y este hombre de mano recia tuvo la idea de meter en su maleta la mercancía más preciosa y más valiosa que una persona puede tener: su hijo. Lo material se queda en la ciudad devastada; en esa maleta se lleva la vida, los sueños y la esperanza de un futuro feliz. Todo, junto a ese pequeño nacido en una ciudad que quizás no vea nunca más. Un hijo de Guta.
Desde el 18 de febrero han muerto 1.401 personas, entre ellas 276 menores de edad y 174 mujeres, según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos. «¡Todo esto es inhumano! No se puede combatir el mal con otro mal. ¡Y la guerra es un mal», clamaba el Papa hace pocos días. Francisco hacía un llamamiento al cese de la violencia, a que se permitiera el acceso de ayuda humanitaria y la evacuación de heridos y enfermos. Esa ventana se ha abierto y ya han recorrido el camino de huida de Guta 73.000 personas. En la plaza de San Pedro, el Santo Padre pidió a los fieles un avemaría. Eso pide a los cristianos: rezar por Siria. Pero para ello, primero debemos tener presente lo que allí ocurre (pese al silencio de los medios de comunicación) y no dejar esta maleta en el trastero cogiendo polvo junto a las cosas olvidadas.