Un día en el Banco de Alimentos - Alfa y Omega

Un día en el Banco de Alimentos

Que un bebé pueda tomar el biberón o una familia se lleve algo a la boca depende de un engranaje de solidaridad que no se detiene y lucha, además, contra el despilfarro de comida

Rafael Bastante
Desde 2016, 400 personas de media colaboran como voluntarias. Foto: Rafael Bastante.

Hoy es día de distribución en el Colegio de San Fernando, una de las cuatro sedes con las que cuenta el Banco de Alimentos en Madrid. La actividad ya ha comenzado a primera hora de la mañana en la enorme nave; transpalés automáticos llevan de un lado a otro las cajas, convenientemente etiquetadas, que en otras pequeñas salas adyacentes son organizadas en bolsas o cajas más pequeñas. Todo debe estar listo para la llegada de las furgonetas y camiones de las asociaciones, que serán las encargadas de llenar los carros de la compra de los beneficiarios.

Es una labor conjunta que requiere mucha organización y una logística milimétrica, encomendada en su mayoría a voluntarios. Estos conforman más del 90 % del personal de los Bancos de Alimentos; tienen procedencias variadas, aunque hay un porcentaje alto de mayores de 60 años, prejubilados o personas que se han visto afectadas por un ERE y quieren continuar aportando su granito de arena a la sociedad. Las labores van desde las propias de logística hasta trabajos de más responsabilidad en las oficinas. Muchos de ellos llevan años colaborando, incluso tres días a la semana. Su compromiso y permanencia aportan experiencia y solvencia, que facilitan el engranaje de toda esta maquinaria de solidaridad.

27.000

toneladas de alimentos se repartieron en 2021 a través de 560 organizaciones en la Comunidad de Madrid. La demanda creció el pasado año, según advierte el Banco de Alimentos, pero no al mismo ritmo que las donaciones

Las primeras horas son cruciales: el goteo de transportes va llegando a los distintos muelles de carga, mientras en las salas los voluntarios preparan y embalan las cajas teniendo en cuenta detalles importantes como la fecha de caducidad próxima o los alimentos perecederos, como frutas o verduras. Una vez preparadas se empiezan a cargar los camiones. El día será largo, pero el ambiente que se respira es agradable. Y así ha sido en los casi 30 años que lleva operando el banco, que fundamenta su actuación en tres pilares: conseguir alimentos y distribuirlos a entidades benéficas para su reparto, luchar contra el despilfarro alimenticio y concienciar a la sociedad sobre la vulnerabilidad social.

En la sede de una de las organizaciones que reciben alimentos las colas de personas y sus carros ya son largas; algunas llevan desde primera hora. Una vez que se comprueba que cumplen los requisitos socioeconómicos para recibir la ayuda, son distribuidas en una sala, donde esperan su turno. En un rincón, algunos voluntarios desembalan las bolsas de donaciones particulares e improvisan una mesa en la que colocan ropa y calzado. Cualquier tipo de ayuda es bien recibida y las demandas, mayoritariamente de alimentos, son variadas.

El desempleo es uno de los denominadores comunes de muchos beneficiarios; hay jóvenes que no consiguen entrar en el mercado laboral y personas de más de 40 años a las que les cuesta volver a encontrar trabajo. Además, las crisis encadenadas y continuas provocadas por la pandemia y la guerra de Ucrania, con la alta inflación, han generado un nuevo escenario en el que personas con trabajo se han visto obligadas a solicitar apoyo porque son incapaces de hacer frente a los gastos mensuales. Es el caso de Olivia, procedente de Honduras, que perdió su empleo y que tiene claro que dejará de venir cuando lo recupere, cediendo el lugar a otra persona.

En una sala hay dos mesas donde se colocan los productos y los voluntarios van llenando los carros en función de la ayuda recibida —que va fluctuando—, pero siempre cumpliendo con el objetivo del Banco de Alimentos de proveer al menos una comida al día para todos. En un reparto equitativo, los carros se llenan con los productos más necesarios —huevos, leche, conservas, legumbres, arroz, pasta y demás—, mientras que las personas con necesidades especiales, como los lactantes, reciben cereales y otros bienes bastante costosos en los supermercados. Ana María, procedente de Paraguay, ha venido con su hijo de 5 años y su madre; se muestra muy agradecida por recibir esta ayuda, aunque indica que a veces no es suficiente.

Las más de 560 asociaciones activas en la Comunidad de Madrid recabaron y distribuyeron más de 27.000 toneladas de alimentos en 2021. A tenor de los datos del Banco de Alimentos, la demanda de comida aumentó en 2022 a un ritmo mayor que las donaciones. En una región en la que, de acuerdo con Cáritas Diocesana de Madrid, hay millón y medio de personas en riesgo de exclusión, el trasiego en el banco y las sedes de las estas entidades no para. Las personas siguen llegando a un ritmo incesante; la labor de reparto continuará durante el resto del día y mañana comenzará de nuevo el ciclo: vendrán más donaciones y más repartos porque la solidaridad no puede bajar los brazos.