Un día a la vez - Alfa y Omega

Un día a la vez

Hablo de One day at a time, que en 1975 recibió el Premio Dove a Composición del Año que otorga la Asociación de la Música Góspel

Álex González

Hoy me gustaría dar a conocer la que está catalogada como la mejor canción de música espiritual americana que se escribió en los años 70. Hablo de One day at a time, que en 1975 recibió el Premio Dove a Composición del Año que otorga la Asociación de la Música Góspel y que ha sido versionada por más de 200 artistas en todos los continentes. Son especialmente notorias las cantadas por Merle Haggard, Cristy Lane o Lena Martell. De hecho, hay versiones de ella tanto en castellano como en francés.

Lo cierto es que este tema —que es uno de los 50 mejores de música religiosa del sur estadounidense— lleva una historia detrás que nos hace pararnos en los compositores del mismo. Fue una gran escritora de música llamada Maryjohn Wilkin, una texana que había destacado por un tema para Lefty Frizzell como Long Black Veil, quien empezó a componer unos versos sentada al piano una noche tras llegar a casa conduciendo su Cadillac.

Había estado hablando en una iglesia con un joven pastor sobre sus problemas personales, como el alcoholismo, y creía que necesitaba dejar una huella diferente a la hora de escribir canciones. Quería ir más allá del country y, lógicamente, para ello nada mejor que lo espiritual; es decir, el góspel. Así fue como este pastor le preguntó si alguna vez había pensado en darle las gracias a Dios por todos esos problemas que tenía, citando un versículo del Nuevo Testamento; en concreto, de la Carta a los Efesios. Esto trastocó por completo su mente y le hizo sacar la inspiración necesaria para escribir.

Mientras la tarareaba se dio cuenta de que lo que tenía era una oración, algo más que una simple canción; y por eso mismo anotó el estribillo en un sobre para que no se le olvidase. Fue a la mañana siguiente cuando escribió la que sería la segunda estrofa, pero no conseguía acabarla. Aprovechó que estaba por Nashville un matrimonio de artistas con los que había trabajado en su sello discográfico, como eran Kris Kristofferson y Rita Coolidge, y llamó a Kristofferson para que fuese a ayudarla a acabarla.

Junto a él consiguió ponerle el broche, especialmente a esa segunda estrofa que no lograba resolver, y, en cuestión de 20 minutos, entre los dos tenían el tema terminado. El resumen de esta canción es que lo único que le pide el protagonista a Dios es que le dé las fuerzas necesarias para hacer cada día lo que tiene que hacer; es decir, para vivir la vida con sus problemas amparándose en la fuerza del Señor.