UMOFC - Alfa y Omega

A mediados de octubre tuve la oportunidad de viajar a Senegal para participar en la Asamblea General de la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas. Conocía la institución, había participado en su Asamblea Europea de 2016, pero no imaginaba, ni por un momento, qué iba a significar estar reunida durante cuatro días con 450 mujeres de todo el mundo. No me consta que los trabajos de esta Asamblea General hayan ocupado ni las portadas, ni tampoco las páginas de los medios de comunicación católicos. Tampoco me consta que en la Iglesia católica se hable ni poco, ni mucho, de la UMOFC, de su historia o de las mujeres que la componen. Merece la pena que lo hagamos.

Con toda seguridad no hay otra organización de mujeres laicas tan diversa, tan extensa y tan plural. Esto, que para algunas puede ser un déficit porque dificulta la unidad de pensamiento y acción en la defensa de los derechos de las mujeres, su promoción y su lugar en la Iglesia, es, sin embargo, una de sus grandes fortalezas. Tarde o temprano tendrá que renacer de sus cenizas una asamblea para el estudio de la mujer y su lugar en la Iglesia, ya sea en forma de sínodo o de comisión. Cuando esto suceda habrá que contar con una representación lo más amplia posible de todas las posiciones que en el tema de la mujer conviven en la Iglesia. Y ahí debe estar la UMOFC. De hecho, quizás podría favorecerse el que esta institución, como ya sucedió durante el Concilio Vaticano II y en el posconcilio, pudiera animar desde la apertura, con voluntad integradora y con espíritu de diálogo, tantos estudios y encuentros como sean necesarios para abordar la cuestión de la mujer en Iglesia y en el mundo.

La historia de las mujeres de la UMOFC es un aval. Han estado en el Vaticano II y en el Sínodo de 1971, del que partió la propuesta de la comisión de estudio que sobre la mujer creó Pablo VI, en el Consejo Mundial de las Iglesias, en la ONU, en las Conferencias Mundial de las Mujeres de Copenhague y Pekín, en la Conferencia Mundial sobre la Población y Medioambiente de El Cairo, en la Cumbre Mundial para el Desarrollo Social de Copenhague, en el Sínodo de África, etc. Sumemos a esto que a día de hoy son ocho millones de mujeres las que integran la UMOFC a través de unas 100 asociaciones presentes en 66 países de los cinco continentes. En esta confederación no están todas las mujeres católicas pero, precisamente por eso, porque somos muchas y muy distintas, es preciso contar con quienes por historia, misión y estructura son capaces de tender puentes y provocar el encuentro. En Senegal lo ví claro.