Tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará - Alfa y Omega

Tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará

Miércoles de Ceniza. Tiempo de Cuaresma / Mateo 6, 1-6.16-18

Carlos Pérez Laporta
Mujer leyendo la Biblia
Foto: Freepik.

Evangelio: Mateo 6, 1-6.16-18

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tenéis recompensa de vuestro Padre celestial.

Por tanto, cuando hagas limosna, no mandes tocar la trompeta ante ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles para ser honrados por la gente; en verdad os digo que ya han recibido su recompensa.

Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vean los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa.

Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará.

Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas que desfiguran sus rostros para hacer ver a los hombres que ayunan. En verdad os digo que ya han recibido su paga.

Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no los hombres, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará».

Comentario

El reconocimiento social es ya un cierto pago por el acto, que nos entorpece la recepción de otra cosa. Cuando en nuestros actos ponemos metas cortas, es más difícil recibir nada más. Porque en la acción nos abrimos a recibir aquello que persigue nuestra intención. Si buscamos interés, solemos recibir interés. Quien se busca a sí mismo con sus actos, difícilmente recibirá algo más que a sí mismo. Y quien busca la buena opinión de los demás, eso suele recibir. Ahora bien, si buscamos a Dios, recibimos a Dios como recompensa sea lo que sea lo que hagamos: «cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tenéis recompensa de vuestro Padre celestial»; los que lo hacen «ya han recibido su recompensa».

Pero buscar a Dios tiene que ver con «lo secreto». Lo secreto es lo invisible, lo que nadie ve. Sólo «tu Padre, que ve en lo secreto» porque «está en lo secreto». Es el lugar de la presencia de Dios en todo lo que hacemos. Lo invisible es la gratuidad de todo lo que existe. Todo lo que vemos existe por algo que no vemos, o más bien por Alguien que no se muestra. Alguien que se esconde detrás de las cosas para que tengamos las cosas sin necesidad de pensar en Él. La cuaresma nos invita a introducirnos en ese lugar secreto, imitando a Dios. En la gratuidad de nuestras acciones habitamos en la región invisible de Dios. El paraíso habita por debajo de lo supuesto. Solo quien es justo, caritativo y piadoso en secreto puede llegar a ver a Dios. Y sólo si vemos lo invisible podremos ver al final de nuestro camino cuaresmal el amor gratuito de Cristo, escondido por detrás de la muerte.