Trastornos mentales: una curva que no baja
Tras casi dos años de pandemia, la salud mental de la población ha empeorado significativamente. Solo en adolescentes, las visitas a urgencias han crecido en más de un 200 %
Algo no va bien con la salud mental en España. El problema viene arrastrándose desde hace años, pero la pandemia lo ha exacerbado. Basta echar un vistazo a las cifras para darse cuenta. Según el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), un 6,4 % de la población ha acudido a un profesional de la salud mental desde que se inició la pandemia, la mayoría de ellos por depresión (35,5 %) o ansiedad (43,7 %). Además, al 5,8 % le han prescrito durante este tiempo un psicofármaco, entre ansiolíticos, antidepresivos o reguladores del sueño. Las cifras de suicidios, conocidas a finales del año pasado, han sido el último aldabonazo. 3.941 personas fallecieron por esta causa en 2020, la mayor cifra de la historia. Y a todo ello se une la respuesta deficitaria por parte del sistema de salud, que cuenta con once psiquiatras y seis psicólogos clínicos por cada 100.000 habitantes, a la cola de Europa, que provoca largos periodos de espera que, en algunos casos, se prolongan meses.
Esta realidad de los datos la confirman quienes trabajan en primera línea: psiquiatras y psicólogos. Celso Arango es director del Instituto de Psiquiatría y Salud Mental del Hospital Gregorio Marañón en Madrid y presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría: «La situación de la salud mental en España ha empeorado. Los trastornos mentales son bastante prevalentes y la inversión siempre ha sido escasa y deficiente. Si hace dos años teníamos dificultades para dar respuesta a los problemas psiquiátricos, ahora, para hacer frente a una demanda mayor, tenemos más».
En conversación con Alfa y Omega, el también catedrático de Psiquiatría de la Universidad Complutense de Madrid señala, además, que la lista de espera en la sanidad pública es «significativamente mayor» a la de hace dos años y que las visitas de adolescentes a urgencias han crecido en más de un 200 %. «Son casos graves, que necesitan ingreso hospitalario. Los problemas tienen que ver con trastornos de la conducta alimentaria y trastornos afectivos con ideas suicidas», añade.
En su opinión, el de los niños y los adolescentes ha sido uno de los segmentos de población que más mermada ha visto su salud mental. De hecho, reconoce que «la curva de menores con trastornos» no baja, aunque se ha estabilizado. Estos efectos han sido provocados por el confinamiento y las restricciones que «han truncado sus relaciones sociales y limitado el ocio», claves en esta etapa. Arango se refiere a las tasas de suicidio entre la gente joven y recuerda que en 2020 hubo más fallecimientos por esta causa (1.479 frente a casi 800) en menores de 50 que por la COVID-19. «Estoy convencido de que en 2021 la diferencia será todavía mayor», añade.
Con todo, el psiquiatra reconoce que la pandemia ha mostrado que es crucial tener en cuenta la variable de la salud mental a la hora de tomar decisiones. «Ahora sabemos que cerrar los colegios tiene un precio muy alto. Es fundamental no volver a cometer los errores del pasado», subraya. Otros colectivos que se han visto afectados en los dos últimos años, según el facultativo, son el de los profesionales de la salud y el de las personas que ya sufrían algún trastorno. En este último grupo, las recaídas y han estado a la orden del día.
Virginia Cagigal de Gregorio, especialista en psicología clínica y directora de la UNINPSI Unidad Clínica de Psicología de la Universidad Pontificia Comillas, también confirma un aumento «muy grande» de la demanda de la atención psicológica y psiquiátrica. Detalla algunos de los problemas más repetidos: ansiedad, estados de tristeza o depresivos, desajustes emocionales, dificultades de conducta como problemas de autocontrol, conflictos relacionales o maltrato y violencia intrafamiliar. Ante esta creciente necesidad, la aplicación Sperantia.App, desarrollada por la universidad y que ofrece orientaciones sobre salud mental, ha recomendado ya a muchos usuarios que acudan a un profesional.
En Cáritas también han notado las consecuencias de la COVID-19 en la salud de las personas que atienden habitualmente, y de las nuevas que han llegado durante este periodo. Solo Cáritas Diocesana de Valladolid ha atendido en sus consultas de forma continua a unas 300 personas en el último año, con más de 3.000 intervenciones, según detalla Begoña Meneses, coordinadora del Equipo de Acompañamiento y Apoyo Emocional. En Cáritas Diocesana de Madrid la cifra ha ascendido a 212 entre enero y noviembre de 2021. «Tenemos muchas más derivaciones. Tanto la población a nivel general, como las personas que tienen otras dificultades sociales asociadas, han visto aumentados sus problemas psicológicos y emocionales», afirma María Ángeles Barbado, de la Unidad de Acompañamiento a la Intervención de Cáritas en Madrid.
Si bien la salud mental se encuentra en el debate público gracias a impactos como la cifra de suicidios, a los casos de Verónica Forqué y Simone Biles, o al plan presentado por el Gobierno, Celso Arango pide pasar a la acción: «Es ingenuo pensar que la sanidad se puede mejorar sin inversión. La acción son los Presupuestos Generales del Estado». «Defendemos la atención de otra manera, con más profesionales, no solo para casos urgentes, y con tiempos más flexibles», apostilla Begoña Meneses.