Todoalmismotiempo - Alfa y Omega

Todoalmismotiempo

Javier Alonso Sandoica

No es que los científicos de la cosa nos tengan que aseverar que el hombre es incapaz de pensar/estar en dos sitios a la vez; es que la experiencia nos lo confirma a diario. Los milagros de bilocación del Padre Pío son sucesos de la gracia, no una posibilidad del empeño.

Recuerdo que, durante un viaje misionero a Indonesia, tuve cierto apuro con un vuelo, hubo cancelación y desviaron la ruta, con traslado de avión y sus faenas colaterales. El funcionario de ventanilla no se enteraba de su función, y en vez de atender a cada pasajero hasta cumplimentar su problema, abría cada billete y dejaba a medias a la clientela. Crecía el enfurecimiento general, porque allí no se seguía el orden que impone el sentido común. Mi primera misión en Indonesia fue llevar la paz a aquel vestíbulo de indignados.

No hemos nacido para la dispersión. Yo no creo que las nuevas generaciones de nativos digitales desarrollen una inteligencia digital capaz de simultanear funciones, eso que ahora llamamos multitasking, o más campechanamente multitarea, palabra que ni siquiera cambia el corrector del ordenador, de asumida que está en nuestro diccionario. Tener la atención puesta en muchas cosas nos hace vulnerables, dificulta los procesos cognitivos, como el aprendizaje, el razonamiento, la atención, la memoria, la resolución de problemas, la toma de decisiones, el procesamiento del lenguaje, etc.

Abrir demasiadas puertas nos condena a la individualidad, porque cancelamos la entrega dirigida a un solo punto.

Alguien debería ponerse ya con la tesis doctoral del siglo XXI más necesaria, y con título de novelón: La atención es celosa de sí. Los nativos digitales llegan al planeta con un montón de habilidades, no les quitemos méritos, pero también con el handicap de la desatención. ¿No decía Ulises, en el Infierno de Dante, que los seres humanos no nacimos para ser bestias, sino para el conocimiento y la virtud? Podríamos reformular aquel verso: No nacimos para la desatención.

Si estarse a solas con Aquel que nos ama es el secreto de la oración, habrá que cegar los puntos de fuga. Hay una frase hermosísima de Christian Bobin en su libro Ruinas del cielo: «El infinito necesita clausura». Dios necesita intimidad, el abandono del lote de aplicaciones que nos rodean, las músicas tibias, los adornos, porque todoalmismotiempo supone perderse.