Tocino y espiritualidad - Alfa y Omega

Tocino y espiritualidad

Carlos Pérez Laporta
Foto: e-codices

El entonces cardenal Ratzinger sugería en su libro El espíritu de la liturgia que la antigua ascesis era perfectamente equiparable al actual training. Nosotros contorneamos nuestro cuerpo para playas y piscinas para el próximo verano. Él, sin embargo, proponía que «el cuerpo debe ser entrenado de cara a la resurrección». Ya san Pablo nos invitaba a correr la carrera por cuya victoria recibiremos del árbitro justo una corona incorruptible (2 Tim 4, 7-8), llegando a ser atletas profesionales (2 Tim 2,3-4). Es necesario perder peso (Heb 12, 1), para aguantar la lucha constante (Col 1, 29; 4, 12; Rm 15, 30). También Pablo se esfuerza (Hech 11, 24), se adiestra, corre, pelea, boxea (1 Cor 9, 24-27). Jesús mismo inició y finalizó la contienda (Heb 12, 2). ¿Qué tendrá que ver el tocino con la espiritualidad?

Orígenes, el teólogo alejandrino del siglo II, heredará el silbato del apóstol de los gentiles. A su teología se la ha calificado de gimnástica. Es cierto que tira no menos que Pablo de jerga deportiva. Pero sobre todo considera la teología misma una disciplina atlética: todo lo que escribe es pura ejercitación para alanzar el gran Misterio. Si de Platón se dijo que toda la filosofía occidental es una serie de notas a pie de página de la suya, nos atrevemos a afirmar que Orígenes puede ser el secreto Platón de la teología cristiana. Pese a su impopularidad, sin él grandes autores como san Ambrosio, san Jerónimo, san Agustín o santo Tomás serían impensables. Ahora la editorial Ciudad Nueva ha publicado en dos tomos sus comentarios al Evangelio de Juan en una exquisita traducción de Patricia Giner.

Como calentamiento propone unos buenos estiramientos. Para leer este Evangelio debemos agacharnos bien, con Juan, hasta que la cabeza caiga sobre Jesús: «Nadie puede comprender el sentido profundo si no se ha recostado sobre el pecho de Jesús». Sobre su busto sincronizamos los ritmos cardiacos, teniendo sus sentimientos por todos, adquiriendo su propia elasticidad. Cristo es tremendamente flexible, «deviene muchas cosas, posiblemente incluso lo que necesita de él toda criatura que pueda ser liberada». Algunos muy obtusos se empeñan en pensarlo de una sola forma, pasando «por alto la mayor parte de los innumerables nombres dados a nuestro Señor». Pero «Jesús es una multitud de bienes», y por eso tiene «miles de denominaciones». Es pan del hambriento, sendero del que camina, maestro del que aprende, verdad del que la busca, vida de los vivos y resurrección de los muertos, luz de las naciones, la sabiduría de Dios que añoran los sabios… Todo para todos.

Allegándose nos pone en movimiento. Su llegada no deja indiferente; nos atrae. Conocedor de la fisonomía humana propone una subida progresiva. Él mismo se escalona para hacer transitable el ascenso: «de la misma manera que en el templo había peldaños por los que se ingresaba en el Santo de los Santos, de igual manera el Unigénito de Dios constituye para nosotros peldaños». Así vamos subiendo paulatinamente desde el escalón más bajo de su humanidad, en contacto con cualquier aspecto de la nuestra, dejándola ahora a un peldaño de su cielo.

Esa atlética movilidad, mezcla armónica de flexibilidad y exigencia, es hoy necesaria. La Iglesia anda entumecida por dos ideologías: la de la progresía y la de la sacristía. La elasticidad sin exigencia es pura dislocación; la exigencia sin elasticidad no es más que contractura. Quizá con él, en la frescura de los orígenes, nos libremos de todo anquilosamiento para poder salir a buscar a los muchos que la necesitan allá donde estén, y llevarlos a donde puedan beber del pozo de la salvación.

Orígenes: comentario al Evangelio de Juan
Editorial:

Ciudad Nueva

Año de publicación:

2020

Páginas:

416

Precio:

30 €