To the Wonder. Una película absolutamente religiosa para el Año de la fe - Alfa y Omega

To the Wonder. Una película absolutamente religiosa para el Año de la fe

Tras la controvertida El árbol de la vida, el director Terrence Malick mantiene una absoluta continuidad de forma y fondo en To the Wonder. Sin llegar al deslumbramiento de aquella, esta se puede considerar como su retoño, su corolario. Todo un oratorio cinematográfico muy adecuado para el Año de la fe

Juan Orellana
Escena de la película To the Wonder.

El argumento de To the Wonder se centra en Neil (Ben Affleck), un químico americano que vive un romance en París con una enamorada Marina (Olga Kurylenko), divorciada, madre de Tatiana. Marina decide irse a vivir a Estados Unidos con su hija y unirse en matrimonio con Neil. Pero su deseo de hacerlo por la Iglesia se encuentra con el obstáculo de sus anteriores nupcias. Cuando le caduca el visado y retorna a Francia, Neil retoma una antigua relación con otra mujer divorciada, Jane (Rachel McAdams), pero no olvida su amor por Marina.

Contado así parece que estamos ante un culebrón en el peor de los casos, o ante una dualidad afectiva en el mejor, como la que padecía el dostoievskiano Príncipe Mishkin por Natasha y Aglaia. Pero ni una cosa ni otra. Malick quiere describir limpiamente la fragilidad del amor humano, su radical insuficiencia, cuando no se inscribe en referencia al misterio de Dios. Puede sonar decimonónico, pero eso es exactamente lo que propone Malick.

Ahora bien, no lo hace en una clave moralista o prescriptiva. Antes de entrar en el planteamiento ético, prefiere detenerse en el metafísico y teológico: la realidad es positiva, y el hombre, a pesar de estar tocado por el mal, anhela la paz, la belleza y el amor infinitos que sólo pueden encontrarse en el halo de la gracia divina. Por ello, aunque el film es deliberadamente abierto y metafórico, se puede entender todo él como una oración, como un oratorio cinematográfico y poético, un recitativo de Bach en el lenguaje del séptimo arte. Los personajes, de los que oímos solamente su alma en voz en off, reconocen esta precariedad antropológica: «Sedientos. Tenemos sed».

El recorrido antropológico es el mismo de El árbol de la vida, la anterior película de Malick. Comienza con la sorpresa de la vida, como si de una primera resurrección se tratara: «Acabo de nacer. Me has sacado de entre las sombras. Me has levantado del suelo. Me has devuelto a la vida… Subimos la escalera hasta la Maravilla». Malick despliega todo su oficio fotográfico con gran angular para regalarnos unas imágenes de la naturaleza y del arte –una vez más– que no envidian nada al National Geographic. «¿Qué es este Amor que nos ama, que sale de todas partes, del cielo, de la nube? Tú, nube, también me amas…». Es esa teología de la creación de Malick que le atrajo acusaciones de panteísta en su anterior film, y que aquí, con la alusión continua a Cristo, quedan desmentidas.

En un segundo momento, viene la oscuridad, la debilidad, el pecado, y su traducción existencial más evidente, el miedo. Cambia el decorado. Las excavadoras, el barro oscuro, el mundo de la contaminación de plomo y cadmio, los charcos cenagosos. Entre el cielo luminoso y esa tierra pútrida está Neil, de pie, tratando de ser hombre. Y Jane y Marina, que sólo desean ser esposas, es decir, ser una sola cosa en el amor, como declara la segunda, aunque no lo consigan.

El camino de la caridad

Hay otros dos personajes catalizadores muy importantes. El sacerdote (Javier Bardem), en la misma línea que el cura de la última cinta de Ermano Olmi (Il vilaggio di Cartone), supera su aridez en la fe por el camino de la caridad, de descubrir a Cristo en cualquier rostro desfigurado: los pobres, los drogadictos, los presos… «En todos lados estás presente aunque no pueda verte. Enséñanos cómo buscarte, Cristo».

Este personaje encarna las heridas del hombre posmoderno, incapaz de ver lo que esconde la realidad: «¿Por qué ya no me puedo aferrar a lo que encontré?» Es este clérigo el que continuamente proclama que el amor humano, si es sólo sentimiento, si no vive del Amor de Dios, fracasa. Por ello, cuando la paz y la felicidad parecen haber llegado a la vida de Marina y Neil, ella reconoce: «Aquí falta algo».

Por último, hay una mujer vestida de negro que representa la tentación de Satanás en el desierto. Ella tienta a Marina: «La vida es sólo sueño. Vete. Deja a Neil. Sé libre. Haz lo que quieras». Tentación que le hará tropezar y caer un poco más adelante. Aun así, va a haber espacio para el arrepentimiento, el perdón y la purificación (la metáfora de lavarse), aunque menos desarrollados que en El árbol de la vida.

Y volvemos al principio. Toda la película se resume en una oración. Las últimas frases de los personajes son: «Gracias»; «Estamos hechos para verte»; «Que nuestras vidas sólo puedan ser reflejo de tu luz». Una oración de tintes dramáticos, casi épicos, subrayados por el tema musical central: el preludio del Parsifal de Wagner. Ninguna casualidad. Malick sigue de espaldas a las reglas del juego comerciales y hace el cine que quiere hacer, sin un solo plano de concesión a la galería. Eso le honra.

To the Wonder
Director:

Terrence Malick

País:

Estados Unidos

Año:

2012

Género:

Romance

Público:

+12 años