The leftovers. Algo más que perdidos - Alfa y Omega

The leftovers. Algo más que perdidos

Isidro Catela
Los actores Justin Theroux y Carrie Coon, en un fotograma de 'The Leftovers'
Los actores Justin Theroux y Carrie Coon, en un fotograma de The Leftovers. Foto: HBO.

The Leftovers no está entre los estrenos recientes con los que nos bombardean cada semana las plataformas, pero es una de esas series que tiene aires de clásico, a pesar de su juventud. Cerrada, en principio definitivamente, con tres temporadas y un total de 28 episodios, de aproximadamente una hora de duración cada uno, la serie norteamericana, estrenada en 2014 y disponible en HBO y Movistar Series es una criatura fantástica de Damon Lindelof (Perdidos) y Tom Perrotta. Si fueron de los que, como me sucedió a mí, salieron espantados de Perdidos, no lo tomen como referencia. Estos peculiares sobrantes son, entre otras muchas cosas, la obra que redime a su creador de los pecadillos pasados.

Póngase en situación: un 2 % de la población mundial (140 millones de personas) desaparece de forma inexplicable en un suceso conocido como la ascensión. A partir de aquí, si entran en el juego distópico (y tiene su dificultad, porque la trama y los personajes les van a exasperar más de una vez), la serie les va a ofrecer una historia inolvidable sobre el dolor, la pérdida, las preguntas fundamentales de la existencia, y, en definitiva, el sentido de la vida (o su ausencia).

A diferencia de aquellos prescindibles perdidos de la mítica isla, los personajes de esta serie sí que están verdaderamente extraviados y, además, contra la costumbre, van de menos a más, en tres temporadas que cierran de forma más que sugerente. Cuenta, además, con una producción extraordinaria y una banda sonora para el recuerdo.

Su inteligente propuesta, que plantea un drama metafísico en toda regla, no significa que transitemos los caminos de una producción religiosa al uso, salvo si entendemos ese re-ligare al más puro estilo zubiriano y nos atrevemos a lidiar con los fardos existenciales que los protagonistas llevan encima. Los podemos también cargar y hacerlos nuestros o, mejor aún, vislumbrar por las pocas rendijas de luz que se nos abren que no hay corazón que no tenga sed de infinito y que, en su inquietud, no anhele encontrar, en algún lugar, el merecido descanso.