Testimonio en la debilidad - Alfa y Omega

Testimonio en la debilidad

Lunes de la 5ª semana de Pascua / Juan 14, 21-26

Carlos Pérez Laporta
Cristo enseñando a sus discípulos de Alexander Master. Biblioteca Nacional de los Países Bajos. Foto: www.europeana.eu.

Evangelio: Juan 14, 21-26

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo también lo amaré y me manifestaré a él». Le dijo judas, no el Iscariote:

«Señor, ¿qué ha sucedido para que te reveles a nosotros y no al mundo?». Respondió Jesús y le dijo:

«El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.

El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.

Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo

que os he dicho».

Comentario

A las preguntas de Tomás y Felipe sigue esta de Judas: «Señor, ¿qué ha sucedido para que te reveles a nosotros y no al mundo?». Judas pregunta con toda la ironía: ¿qué ha sucedido para que pongas sobre nosotros la responsabilidad de tu revelación? ¿Es que no nos conoces tú a nosotros? Has visto nuestra debilidad y nuestras traiciones, has visto nuestra mediocridad bien de cerca y has sufrido todas sus consecuencias y, con todo, ¿quieres que la prueba de tu resurrección se sostenga solo sobre nuestro testimonio? Cuando nos miren y vean lo que hay, no nos creerán: ¿no sería mejor que te revelases tú al mundo?

Parece que Jesús no tenga ningún interés en responder, porque lo que dice antes de la pregunta y después de ella es prácticamente lo mismo: «El que acepta mis mandamientos, y los guarda, ese me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo también lo amaré, y me manifestaré a él»; «El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él».

Pero nada más lejos: su palabra y sus mandatos atesorados y seguidos en el día a día nos unen al Resucitado; el testimonio de la Resurrección no es un testimonio de algo sucedido en el pasado, es la muestra al mundo de una relación presente con Dios. La Resurrección es la revelación al mundo de nuestra relación actual con Jesucristo vivo. Y todos nuestros defectos y pecados, toda nuestra debilidad no hacen sino contribuir a mostrar la fuerza y la gloria de Dios.