Un lugar junto a Dios - Alfa y Omega

Un lugar junto a Dios

Viernes de la 4ª semana de Pascua / Juan 14, 1-6

Carlos Pérez Laporta
Jesús con sus discípulos. Iglesia Grace Chiang Mai, Tailandia. Foto: Shutterstock.

Evangelio: Juan 14, 1-6

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino». Tomás le dice:

«Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?» Jesús le responde:

«Yo soy el camino y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí».

Comentario

Los discípulos, como nosotros, necesitan poner palabras a la relación con Cristo resucitado para poder comprenderla. Porque esa relación no es idéntica a la relación anterior a su muerte. Porque la relación con Él no es como cualquier relación terrenal, limitada por el espacio y el tiempo. Por eso, con estas palabras el Señor sigue ofreciendo la gramática de esa nueva relación para que podamos tener paz por medio de la fe: «No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí».

Y la experiencia de fe a la que alude hoy el Señor es a la de la presencia de Dios: «En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no, os lo habría dicho, porque me voy a prepararos un lugar». Con Jesús, los discípulos tienen la certeza de tener un lugar junto a Dios, de tener una morada en Dios. Es como si desde que están con Jesús tuvieran la certeza presente de ser esperados por el Padre, como se nos espera en el hogar familiar; porque allí tenemos un lugar propio cada uno. Por eso vive el discípulo siempre en relación con ese hogar, en presencia siempre de Dios; porque con el resucitado estamos siempre, y tenemos la paz de correr la misma suerte del Hijo: «Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino».

Por eso, caminamos hacia la casa paterna, pero en un camino tan familiar que ya es casi el hogar: «Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí».