Teología de Francisco: hacia un cambio de paradigma - Alfa y Omega

Dice Byung-Chul Han que vivimos en una sociedad obesa, una sociedad de consumo desmesurado y rápido, casi instantáneo, y esto tiene siempre como consecuencia un olvido también rápido y casi instantáneo. Somos consumidores ávidos de experiencias, de ideas, de noticias y de imágenes. Y rápidamente olvidamos las experiencias, las ideas, las noticias y las imágenes.

Esta enfermedad que padecemos también nos puede hacer olvidar rápidamente los años de pontificado del Papa Francisco, vertiendo al cajón de la desmemoria valiosas indicaciones que tienen que ver con todos los ámbitos de la vida eclesial, incluido el del estudio y la enseñanza de la teología. Pero la Iglesia no funciona así.

Las directrices que ha ido marcado durante su pontificado no solo han indicado un modo de ser Iglesia, e Iglesia misionera —o en salida—, sino que también han servido para identificar el comienzo de un nuevo camino para el pensar teológico. Un pensar teológico que vive en el hoy de la historia y al servicio de la misión en ese cambio de época del que tantas veces nos ha hablado: «No estamos viviendo simplemente una época de cambios, sino un cambio de época», como aseveró —entre otras ocasiones— en su discurso a la Curia romana en la presentación de las felicitaciones navideñas, el 21 de diciembre del año 2019.

Es obvio que será necesaria una reflexión ulterior más pormenorizada, pero la alegría de la verdad —Veritatis gaudium— podría servirnos para identificar el leitmotiv que ha acompañado el magisterio del Sumo Pontífice y que ilumina el estudio y la enseñanza de la teología. Si queremos resumir la aportación de Francisco a este respecto, podríamos hacerlo con algunas expresiones suyas.

En primer lugar, el Papa argentino nos ha invitado a desarrollar la labor del teólogo con renovado entusiasmo; es decir, con el ímpetu que nace de la esperanza cierta de la fe. Un renovado entusiasmo que tiene su origen en el anuncio y el testimonio de Jesucristo muerto y resucitado, en el kerigma —pilar de la transmisión de la revelación— que impulsa, a su vez, la misión de la Iglesia que peregrina.

En segundo lugar, ha insistido —retomando el magisterio del Vaticano II y de los Pontífices anteriores—, en la superación del divorcio entre teología y pastoral y entre fe y vida. Esta cuestión esencial es sin duda la clave de bóveda que, a ojos de Francisco, debe definir el estatuto actual del pensar teológico. El abismo profundo que se ha abierto desde hace unos siglos entre fe y vida, y que ha afectado profundamente al quehacer teológico —teología y pastoral—, es, quizá, la herida más urgente que evidencia la necesidad imperiosa de los estudios teológicos, no solo de los pastores y teólogos, sino también y, sobre todo, de aquellas personas que por su vocación viven en el hoy de la historia.

Estas dos notas —renovado entusiasmo del anuncio y testimonio cristiano, de un lado, y unidad fe y vida, de otro— son los pilares que pueden marcar —tercera nota— la transformación misionera de una Iglesia en salida (Evangelii gaudium). Esta tarea tan deseada por este Santo Padre no puede realizarse sino desde el diálogo con las diversas culturas —cuarta nota—. En este sentido, el diálogo con el mundo contemporáneo —con el pensamiento posmoderno, si se quiere también— no puede concebirse como un añadido extrínseco, sino como una nota propia y esencial de la tarea teológica. Diálogo a todos los niveles, nos ha recordado en repetidas ocasiones (Fratelli tutti).

Este diálogo, obviamente, requiere de cambios —quinta nota—. Cambios, también a todos los niveles: desde la imagen negativa que tenemos a veces del mundo posmoderno y de la nueva cultura —necesidad de una mirada misericordiosa (Misericordiae vultus)—, hasta la formación académica y la investigación científica, las cuales están llamadas a incidir realmente en la vida cotidiana de los hombres, y no quedarse, como sucede tan a menudo, en un lejano limbo intelectual. Cambios que implican, como nos ha recordado, una valiente revolución cultural, es decir, un cambio radical de paradigma (Veritatis gaudium).

En resumidas cuentas, Francisco nos ha invitado a recorrer esta nueva época uniendo la reflexión teológica con la misión de la Iglesia. Un camino que implica un nuevo paradigma que revolucione el pensar teológico y, por qué no, también el modo de enseñar y de escribir teología. Un nuevo camino posible pero que aún está por recorrer.