Subprime: hombres con traje gris. Y vida gris - Alfa y Omega

Termina Subprime, y decides pasear por Recoletos hacia Cibeles, para disfrutar de la noche madrileña. Mientras, dos sensaciones te invaden. La primera, que es la obra de teatro más ágil y con el argumento más original que has ido a ver en todo el año. La segunda, que no te has enterado de la Misa, la mitad.

En esta hora y media de trepidante trama hay tanto texto, y con nomenclaturas tan desconocidas, que hasta la azafata que te coloca en el asiento a la entrada, te da un papelito con diez definiciones de palabras que serán muy repetidas durante la obra. Algunas bastante desconocidas. Al menos para mi, una no experta en finanzas, tiburones empresariales, alta dirección, hombres con traje y mente gris, conspiraciones entre güisquis y madera caoba, maletines, chantajes y todo aquello que parece estar asociado a un director de una empresa de renombre —en la obra, no en la realidad, no me vayan a malentender (nótese el tono irónico)—.

La primera y más importante de las palabras que uno debe grabarse en la mente, a fuego, es Subprime. Uno no se acostará sin saber una cosa más, sobre todo cuando lee, en el papelito de marras, que son hipotecas de alto riesgo, concedidas por bancos a personas de menor solvencia y que, posteriormente, se paquetizan como un producto financiero, con menor riesgo, y se venden en el mercado de bonos. ¿Cómo se han quedado, eh? Continuaremos conociendo lo que es una cuenta Escrow, el WACC, las Convenats, o el Block Trade. Palabros lejanos para mi, pero primos hermanos para el padre y creador de Subprime, Fernando Ramírez Baeza, dramaturgo con un quehacer profesional ligado al mundo de las finanzas. Y ganador del Premio Carlos Arniches por el guión que nos ocupa. Un guión difícil, lo sé. Pero lo que no se le puede negar a la obra es que el argumento sea original e inteligente, y que interpele a la inteligencia del espectador, y a su atención.

Y eso que el guión parte de un argumento bastante sencillo: «¿Qué pasaría si un día el presidente del Gobierno es captado en video en modo íntimo, que no ilegal?». Daniel Huarte, Federico Aguado, Pep Munné y Chete Lera, principalmente, -con tanto texto y tan rápidamente resuelto que a veces no se les entiende, más si es una obra de difícil argumento como ésta- recrean, en tiempo real, las horas en un despacho de Petresa, una gran empresa española que tiene el video en sus manos y busca la forma de sacarle el mejor partido. El resto, vayan a verlo. Necesitaría tres días para explicar de forma sencilla tanta vuelta de hoja. Sólo decirles que hasta algún ministro pasa por el despacho de unos hombres tan tremendamente reales, tan ambiciosos y ególatras, que en ocasiones se olvidan de ser personas.

Dice Fernando Ramírez, su autor, que la obra encierra una metáfora: el primer deslumbramiento de los trajes de chaqueta, corbatas de diseño, pelo engominado y verborrea adquirida a golpe de talonario en escuelas de negocios, luego se oscurece, al conocer la verdad. Pero yo discrepo. Desde el primer instante, esos hombres de altos vuelos sólo transmiten una profunda y certera pena. Pena porque son infelices. Pena porque cuando uno sólo busca el propio beneficio personal y se olvida del otro, no encuentra su lugar en esta mundo. Pena porque todos están divorciados o solteros por elección. Pena porque, y ellos lo dicen, todo lo que no sean intereses económicos y políticos, es decir, todo lo demás, somos Subprime, es decir, hipotecas basura. Pena porque el final, revelador, pone a todos en su sitio, seas ejecutivo o mensaca. Pena porque la miseria, a veces, invade las entrañas de los hombres y los despoja de su humanidad.

Pero oigan, es el día a día. Subprime no les sonará a chino si escuchan a diario las noticias.

Subprime

★★★☆☆

Teatro:

Teatro Fernán Gómez

Dirección:

Plaza de Colón, 4

Metro:

Colón, Serrano

ESPECTÁCULO FINALIZADO