El director mexicano Alejandro Monteverde afronta su tercer largometraje, probablemente el mejor de su carrera. Su cine se caracteriza por ser católico pero no catequizante. Sus personajes viven la fe sin hacer apología de la misma o tratar de catequizar al espectador. Después de Bella (2006), ha sido Little Boy (2015) la más explícita en su contenido religioso. Ahora, con Sound of freedom, vuelve a ser Metanoia Films, la productora del actor Eduardo Verástegui, la que por tercera vez asume el proyecto de Monteverde. La distribución internacional la lleva Angel Films, muy conocida por su serie The Chosen. En Estados Unidos su estreno el verano pasado estuvo rodeado de una tensa polémica, intensificada cuando Mel Gibson apoyó la película denunciando casos de tráfico y abuso de menores entre celebridades de Hollywood. El resultado es que en Norteamérica ya han visto la película más de 15 millones de espectadores, recaudando alrededor de 180 millones de dólares, más que las últimas entregas de Indiana Jones y Misión imposible, estrenadas casi a la vez.
La película recrea la historia real de Tim Ballard (Jim Caviezel), un agente de Policía norteamericano que renuncia a su empleo para rescatar niños de las redes de tráfico sexual. Concretamente, el guion de Rod Bard y Monteverde se centra en los esfuerzos de Ballard por recuperar a Rocío (Cristal Aparicio), una niña secuestrada cuyo padre le pregunta a Ballard si él sería capaz de dormir sabiendo que la cama de su hija está vacía. Ballard, padre de familia, se siente interpelado por esa pregunta y decide encontrar a esa niña prostituida donde quiera que esté, aunque sea más allá de las fronteras estadounidenses. Al principio el agente va a contar con el apoyo de su jefe, pero en cuanto el asunto se dilata y adquiere carácter internacional le retiran el presupuesto y deberá continuar con sus propias fuerzas. Ballard es un hombre creyente que, cuando le preguntan por su empeño en seguir adelante, simplemente declara: «Los hijos de Dios no se venden».
La puesta en escena es muy curiosa. Estamos ante una película de género, un thriller supuestamente adrenalínico con policías, guerrilleros, mafiosos… lo que en Hollywood hubiera dado lugar a una cinta de estética parecida a Diamante de sangre (E. Zwick, 2006). Sin embargo, Monteverde envuelve la historia en una estética mucho más cercana al drama intimista, dando unos resultados muy interesantes, porque permiten al filme una cierta hondura espiritual que difícilmente se encuentra en una película de género. Por otra parte, se agradece que, aunque la cinta trate del trafico sexual de niños, no se nos muestre ninguna escena explícita o morbosa, sino que a base de elipsis y fuera de campos el espectador lo sabe todo sin tener que ver nada.
La interpretación de Caviezel es quizá demasiado estática, pero la compensan magníficos secundarios, y, sobre todo, unos niños que actúan en estado de gracia. En fin, una impactante película que no solo habla de esa lacra moral, sino que también lo hace de los vínculos familiares y del coraje de una fe vivida.
Alejandro Monteverde
Estados Unidos
2023
Drama
+16 años