Cerrar los ojos. Nostalgia por un mundo perdido - Alfa y Omega

Cerrar los ojos. Nostalgia por un mundo perdido

Juan Orellana
El director de cine Mikel Garay (Manolo Solo) y Julio Arenas (José Coronado) dejaron inacabada La mirada del adiós. Foto: Manolo pavón.

Víctor Erice no ha defraudado después de 30 años de espera. Su primera película, El espíritu de la colmena (1973), se convirtió enseguida en una obra de referencia en la historia del cine español. Diez años después cautivó al público con El sur; por cierto, película inacabada por decisión de Querejeta, el productor. En 1992 vino un documental de creación sobre Antonio López, El sol del membrillo. Unos años después escribió La promesa de Shanghái, a partir de una novela de Juan Marsé, pero un par de meses antes de empezar a rodarla fue despedido por el productor Andrés Vicente Gómez y sustituido por Fernando Trueba. Así que desde 1992 no hemos vuelto a disfrutar de un largometraje de Erice. Ahora, por fin, con más de 80 años, el cineasta vizcaíno vuelve a demostrar que lleva el cine en las venas con una película testamento que fue seleccionada por la Academia para la terna de los Óscar y que entusiasmó en Cannes a pesar de polémico desencuentro entre Erice y la dirección del festival.

Cerrar los ojos cuenta con un guion tan pensado, madurado e incluso macerado, que es imposible acabar la típica frase que comienza: «Esta película trata de…». Porque hay mucho dentro de ella, y, además, tratado de forma nada banal. La peripecia argumental es sencilla: un director de cine retirado, Mikel Garay (Manolo Solo), es invitado a un programa de televisión, Casos sin resolver, que investiga, entre otros sucesos, historias de personas desaparecidas. La razón es que, más de 20 años atrás, el actor Julio Arenas (José Coronado) se esfumó en mitad del rodaje de una película de Mikel, La mirada del adiós, y nunca más se volvió a saber de él. Ni siquiera su familia. La emisión de ese programa por la televisión va a tener resultados inesperados.

Esta trama de suspense es una percha de la que cuelgan muchos pensamientos, vivencias y preocupaciones de Víctor Erice. Es evidente que lo primero que salta a la vista es un homenaje al cine. Pero un homenaje muy distinto del que ofreciera en El espíritu de la colmena. Porque aquí el homenaje se refiere a un cine que ha desaparecido —como Julio Arenas—: el cine de celuloide, el de las salas de proyección, el que sacaba a la gente de sus casas, el que no importaba que fuera lento. Y, ¿qué pasa si el cine desaparece? Que con él desaparece gran parte de nuestra memoria y de nuestra identidad —también como Julio Arenas—. En realidad, Erice nos habla —con infinita melancolía— del fin de una época, de una cultura, de un mundo. Esa nostalgia atraviesa toda la película, con toda su dimensión estética, pero también con su desesperanza.

La cinta también habla de la paternidad, declinada de diversas formas (el judío que necesita la mirada de su hija para morir en paz, la herida del padre ausente que sufre Ana, la paternidad gozosa e ilusionada de Toni…). Y la película está impregnada de un curioso sentido trascendente, nuevo en la filmografía de Erice y que testimonia que nuestra generación no solo ha perdido la memoria, sino también el alma.

Cerrar los ojos
Director:

Víctor Erice

País:

España

Año:

2023

Género:

Drama

Público:

+7 años