Sor Juana Inés de la Cruz. La mejor poeta del siglo XVII - Alfa y Omega

Nadie podría pensar que una niña, Inés de Asbaje, nacida en una humilde alquería de Nueva España y de una unión ilegítima pudiera llegar a ser la mejor poeta del siglo XVII español. Sus orígenes no pudieron frenar su gran inteligencia y su afán por saber. Un hecho que habla a favor de la civilización que exportaron los españoles a América.

Su abuelo, que recogió a su madre y a sus hermanas en su hacienda tras el abandono del padre, fomentó su vocación por leer, y un primo universitario, ya en Ciudad de México, aumentó sus lecturas e hizo que aprendiera latín. Su fama de sabiduría creció de tal manera que los virreyes, a sus 16 años, quisieron someterla a un examen ante catedráticos, sobre todo de teología. El encuentro, según el virrey, fue semejante a la lucha de un galeón investido por chalupas y la conclusión de su brillante contienda fue su nombramiento como dama de la reina. Tras varios años en palacio decidió hacerse monja, no por devoción, sino para salvaguardar su sed de sabiduría, pues era consciente de que un marido le pondría muchos límites.

Escogió un convento que no era de estricta observancia, con lo que pudo mantener un locutorio activo durante años y escribir millones de palabras, combinadas en versos. En ellas, describe el mundo de una mujer que defiende y exige su derecho a pensar y se abre a rescatar a otras del silencio. Palabras que combinan su amor por dos realidades: España, de la que recibe su cultura, y Nueva España, de la que se siente orgullosa y cuyos habitantes, afirma, descienden del sol. Incluso los sacrificios cruentos de los indios, considera que prefiguran la Eucaristía.

Su notoriedad fuera del convento creció cuando le encargaron el arco de recibimiento al virrey. Fruto de ello es el gran conjunto simbólico en prosa Neptuno alegórico, aplicado a la exaltación del príncipe y donde muestra la amplitud de su saber. Destaca entre su obra un poema sobre la adquisición del conocimiento, Primero sueño. Describe el alma que, con el cuerpo dormido, se libra de las ataduras de la carne. Eso le permite volar a grandes alturas donde vislumbrar el mundo, momento en que se desvanece abrumada por las visiones. Termina con la llegada del alba y el reconocimiento de que los hombres no pueden conseguir todo el conocimiento… aunque el intento vale el fracaso.

Son también famosos sus 21 sonetos en los que habla del amor en todas sus facetas: sublime, celoso, incomprendido, altruista… Hizo teatro, odas, himnos, villancicos y poemas, entre los que destacan unos para la virreina, María Luisa, con la que mantuvo una enorme amistad. Fue ella encargada de publicar sus obras en España. Esos libros la dieron a conocer entre los intelectuales, especialmente teólogos, del mundo de habla hispana, donde se la conocía como Décima Musa, en referencia a Platón.

Su afán por saber, como mujer y religiosa, no encajaba en la sociedad, y para colmo se atrevió a entrar en un círculo de clérigos y letrados, prohibido para una fémina. Como era joven, el deber de sus superioras y de su confesor era introducirla en el que consideraban el buen camino, muy diferente al suyo. Para realizarse tuvo que despedir a este, que la impulsaba al silencio.

En un momento dado y tras un atrevido comentario sobre un jesuita portugués cayó en desgracia, la obligaron a retractarse de sus talentos, vender todos sus libros y abandonar las letras. Una de sus penitencias fue servir en la enfermería. Estar cerca del dolor y la muerte contribuyeron a que sor Juana reflexionara sobre los beneficios que Dios le había dado y lo mal que le había respondido. En esos momentos se enfrentó a su identidad de letrada, pues la habían convertido en un mito inalcanzable que no se correspondía con su realidad. ¿Debía seguir ese camino? Vio la solución en dejar pasar un tiempo en silencio para que la olvidaran.

Acató a medias las órdenes con esa esperanza, ya que jamás pensó que su labor como escritora fuera pecaminosa; Dios le había dado unos talentos que debía desarrollar. No pudo realizar ese tiempo silencioso porque murió a los 46 años. Tras su muerte, algunos clérigos bien intencionados defendieron que había abandonado totalmente las letras, afirmaciones desmentidas en el XIX por el conde de la Cortina, que rescató la relación de bienes hallados en su celda tras su muerte: 180 volúmenes de obras selectas y muchos legajos de escritos.

Sor Juana fue una católica convencida, consciente de sus pecados, pero que no cumplió con el modelo de las religiosas de su sociedad, con lo que tuvo que luchar toda su vida para exigir libertad intelectual para ella y las mujeres.

La autora impartió el 6 de mayo una conferencia sobre la poeta en el ciclo Mujeres hispanas de Casa de América.