Somos siervos inútiles - Alfa y Omega

Somos siervos inútiles

Martes de la 32ª semana del tiempo ordinario / Lucas 17, 7-10

Carlos Pérez Laporta
Ilustración: DALL·E.

Evangelio: Lucas 17, 7-10

En aquel tiempo, dijo el Señor:

«¿Quién de vosotros, si tiene un criado labrando o pastoreando; le dice cuando vuelve del campo:

“En seguida, ven y ponte a la mesa”?

¿No le diréis más bien:

“Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú”?

¿Acaso tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo que se os ha mandado, decid:

“Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer”».

Comentario

En un primer momento las palabras de Jesús pueden incomodarnos. «Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer». Parece que Jesús trate con desdén nuestro servicio, que no aprecie los sacrificios y esfuerzos que hacemos. ¿Es que no significan nada los sacrificios que a lo largo de un día de trabajo llegamos a hacer? ¿Es que el Señor no valora nuestras buenas acciones para salvarnos? ¿No merecemos nada por nuestro esfuerzo? Pero en realidad con esa palabra Jesús nos libera. «Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer». Si la pronunciamos con verdad puede iluminar una experiencia fundamental en la misión que cada uno tiene y hacernos libres.Pues, es muy probable que el trabajo que implica nuestra vocación —la de cada uno— no nos satisfaga por completo. Sería razonable que en sí mismo nuestro trabajo, nuestra paternidad, nuestros esfuerzos, no fueran suficientes para satisfacer el ánimo. Y cuando esa sensación se repite es frecuente que en nuestra vida después de largos días de trabajo y grandes sacrificios sintamos el peso del deber, y quizá nos sintamos atados. Es como si nuestras decisiones del pasado enjaulasen nuestro presente impidiéndonos la libertad. Es entonces cuando reclamamos y nos quejamos por cada acción que hacemos en el trabajo o en casa, a Dios y a todos los que nos rodean. Porque el sacrificio de la vida en el trabajo, en la mujer, el marido, los hijos, los hermanos… no tiene sentido para sí mismo. La vida no se cumple como autorrealización. La vida no se cumple en sí misma.Solo si la vida es misión, si es cumplimiento de la voluntad de Dios, si es servicio tiene sentido. La misión eterna libera: la vida se gasta en el sacrificio de la vida por otros, pero no se pierde. Porque el servicio a Dios libera, y el servicio a uno mismo esclaviza. Acabar el día diciendo que somos siervos inútiles, ofrecer el día al Señor, es lo que llena el corazón.