Somos nosotros los que condenamos a muerte al Señor - Alfa y Omega

Somos nosotros los que condenamos a muerte al Señor

Viernes de la 2ª semana de Cuaresma / Mateo 21, 33-43, 45-46

Carlos Pérez Laporta
Foto: Freepik.

Evangelio: Mateo 21, 33-43, 45-46

En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:

«Escuchad otra parábola: “Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó una torre, la arrendó a unos labradores y se marchó lejos.

Llegado el tiempo de los frutos, envió sus criados a los labradores para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro y a otro lo apedrearon.

Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último, les mandó a su hijo diciéndose: ‘Tendrán respeto a mi hijo’.

Pero los labradores, al ver al hijo se dijeron: ‘Este es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia’.

Y agarrándolo, lo sacaron fuera de la viña y lo mataron.

Cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?”».

Le contestan: «Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores que le entreguen los frutos a su tiempo».

Y Jesús les dice: «¿No habéis leído nunca en la Escritura:
“La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente”?

Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos».

Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír sus parábolas, comprendieron que hablaba de ellos.

Y, aunque intentaban echarle mano, temieron a la gente, que lo tenía por profeta.

Comentario

Jesús aparece ya inmerso en el pensamiento de su próxima muerte. El camino a Jerusalén, por el que se dirige nuestro camino cuaresmal, es el camino a la cruz. Jesús presiente la necesidad de su muerte en la cerrazón de «los sumos sacerdotes y a los ancianos»: ante ellos se siente como «la piedra que desecharon los arquitectos», aunque Él es «la piedra angular»; por eso, les advierte: «se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos».

Pero su advertencia es una parábola. Jesús se detiene a enseñarles con parábolas. Su muerte parece ya inevitable, por cuanto la decisión colectiva de las clases dirigentes parece ya tomada (sencillamente esperaban su momento, porque ya «intentaban echarle mano»). Pero es posible que alguno de ellos, al introducirse personalmente en aquellos relatos, descubriera en su interior el pecado y se convirtiera.

Así mismo, nuestro camino cuaresmal lleva a la cruz, por culpa de nuestros pecados como hombres. Pero es posible que si al escuchar estas parábolas comprendemos que somos nosotros los que condenamos a muerte al Señor, es posible que aquella muerte nos sirva de salvación. Convirtámonos, ahora que estamos a tiempo.