El pasado 7 de septiembre, la Comisión Europea publicó su propuesta de Estrategia Europea de Cuidados, destinada, según su presentación, a «garantizar unos servicios de asistencia de calidad, asequibles y accesibles en toda la Unión Europea y mejorar la situación tanto de los receptores de asistencia como de las personas que los atienden, de manera profesional o informal». Se pretende así incrementar la oferta a largo plazo de servicios educativos de primera infancia, y asistenciales a mayores, enfermos o personas con discapacidad. El objetivo es llegar, como mínimo, al 50 % de los menores de 3 años y al 96 % de los comprendidos entre 3 años y educación primaria, «para mejorar la participación de las mujeres en el mercado laboral». En cuanto a los adultos, se busca cubrir las crecientes necesidades de cuidados, especialmente de los mayores, cuyo número llegará en la Unión Europea a 38,1 millones en 2050, casi un 25 % más que en la actualidad.
Las dos propuestas de recomendaciones del Consejo se refieren tanto a las personas que reciben los cuidados como a las que los prestan, que con frecuencia trabajan en condiciones laborales precarias. La accesibilidad de los servicios es uno de los mayores problemas: alrededor de un tercio de los hogares de la UE con necesidades de cuidados de larga duración no utilizan los servicios de atención domiciliaria porque no pueden pagarlos. Las zonas rurales y remotas y las regiones poco pobladas se ven especialmente afectadas por esta realidad. En cuanto a la educación infantil, las propuestas enfatizan la atención a niños en situaciones vulnerables y buscan que la educación tenga un número suficiente de horas para que los padres puedan trabajar remuneradamente, y las mujeres puedan acceder con más facilidad al mercado laboral. España supera el objetivo marcado por la UE tanto en educación infantil (53 %; el máximo es Dinamarca con el 66 % y la media europea es solo del 35 %), como en educación de niños de más de 3 años (98 %, solo superada por Bélgica con 99 %; la media europea es del 90 %). En cuanto al cuidado de los adultos, la Comisión propone aumentar el uso de las tecnologías de la comunicación (como el llamado Espacio Europeo de Datos de Salud, que permite compartir los datos de la salud con prestadores de servicios elegidos), mejorar las condiciones laborales y el reconocimiento social de los cuidadores profesionales, en particular de los trabadores domésticos, reforzar sus habilidades y formación, y aumentar la atractividad de esta profesión para inmigrantes. Igualmente, propone crear una regulación adecuada que permita la colaboración entre el sector público y el privado, completada con fondos de la UE.
Los servicios de asistencia son esenciales para que las personas puedan compaginar el trabajo con las tareas de atención, pero no son suficientes por sí solos, y se han de reforzar con unas medidas adecuadas de equilibrio entre la vida laboral y familiar para que los trabajadores puedan compaginar sus responsabilidades familiares con el trabajo (por ejemplo, facilitando los permisos especiales y familiares, el trabajo a tiempo parcial, el teletrabajo y el horario flexible). En agosto pasado se agotó el plazo para que los Estados miembro de la UE transpusieran la Directiva de Conciliación de la Vida Familiar y la Vida Profesional, que, entre otras cosas, prohíbe la discriminación de los trabajadores que se acogen a tales medidas de conciliación.
En este contexto es necesario enfatizar la centralidad de la familia como espacio privilegiado para el cuidado de las personas, y la obligación del Estado de apoyar y fomentar políticas que la favorezcan. Un 45 % de las personas son cuidadas exclusivamente en el entorno familiar (mayoritariamente por mujeres), mientras que en el resto de casos se acude a ayuda externa, en un momento en que el riesgo de pobreza y exclusión social en España planea sobre más del 25 % de su población. Igualmente, es necesario promover un cambio cultural y de mentalidad, en el que los cristianos estamos llamados a participar activamente, para diluir ciertas ideologías predominantes y transformar el descarte en acogida, la indiferencia en fraternidad, el interés desmedido en gratuidad y donación, el acumular en compartir, el hedonismo narcisista en servicio al prójimo, y el desasosiego en esperanza. Hemos de buscar el espacio para «detenerse, escuchar, establecer una relación directa y personal con el otro, sentir empatía y conmoción por él o por ella, dejarse involucrar en su sufrimiento hasta llegar a hacerse cargo de él por medio del servicio», que nos propuso el Papa Francisco en la Jornada Mundial del Enfermo de 2021. Así, la llamada natural al cuidado de los demás, sea por amor familiar, amistad o vocación profesional, encontrará un mejor cauce. Y, no menos, contribuiremos a la humanización de la sociedad.