Sobre Galicia, por Ricardo Ruiz de la Serna - Alfa y Omega

Lo más importante de Galicia es que existe.

Desde luego, si no existiese, habría que inventarla para que naciesen en ella grandes periodistas como Álvaro Cunqueiro y Fran Otero Fandiño, pero –como ahí la tenemos– eso que nos ahorramos. La generosidad del Creador nos da, pues, un primer motivo de felicidad en estas líneas.

Ahora bien, el año que viene es Jacobeo y hay algunas cosas sobre el Camino a su paso por Galicia que es imprescindible conocer. No me refiero, claro está, a cosas meramente importantes como la mejor hora para ascender el Cebreiro o el número de golpes que han de darse uno contra o santo dos croques. Se trata, más bien, de cuestiones esenciales sin cuales es absurdo adentrarse en esas tierras.

Por ejemplo, dónde encontrar un tesoro.

Rof Carballo ya advertía, en el prólogo a Tesouros novos e vellos, de Cunqueiro, que «a verdade máis importante encol dos tesouros é –o mesmo que se ten dito dos milagres– que realmente eisisten». Así, dado que los tesoros –como Galicia– también existen, yo no sé cómo puede ir uno por los parajes que los mouros habitan de noche sin preguntarse si en algún rincón donde se pernocta pueden encontrarse las monedas de oro o las joyas preciosas que nos deslumbren.

Yo descubrí el gallego gracias a Álvaro Cunqueiro, a Martín Códax –el juglar, no el vino– y a Rosalía Luego vinieron los demás: Otero Pedrayo, Celso Emilio… Gracias a la lengua «dos avós que temos mortos», los secretos de Cunqueiro me son accesibles y el próximo Jacobeo me pondré en marcha para visitar la tumba de Santiago con un ojo puesto en apóstol y el otro mirando a ver si encuentro alguna cueva de interior resplandeciente.

Sostiene Cunqueiro que son muchas las historias en que un hombre encuentra un tesoro guiado por un gallo o un ratón que –añado yo– siempre puede ser algún vecino que peregrina a San Andrés de Teixido de muerto porque no fue de vivo. En Galicia, nunca se sabe.

El caso es que hay que ir preparándose para el Jacobeo y yo le tengo que preguntar a Otero Fandiño si sabe de algún tesoro.

Imagínense que sí.

Ya les iré contando.