Siete años del objetor «tranquilo» - Alfa y Omega

Siete años del objetor «tranquilo»

En el año 2015, el Tribunal Constitucional avaló a un farmacéutico de Sevilla cuyo caso es un modelo para médicos objetores a la eutanasia

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Luis Melgarejo ante su farmacia en Sevilla. Foto cedida por Luis Melgarejo.

La Farmacia Tetuán 4, la antigua Farmacia Ibérica, es bien conocida por los sevillanos por estar en una de las calles peatonales más concurridas de la ciudad, paralela a la calle Sierpes, rodeada de abundantes comercios de grandes firmas. Hace unos años, el nombre de este local saltó a los medios de comunicación porque sus dueños fueron reconocidos en su derecho a la objeción de conciencia por el mismo Tribunal Constitucional, en un caso que cobra ahora actualidad ante las crecientes presiones a las que se están viendo sometidos los profesionales sanitarios con respecto a la Ley de la Eutanasia.

Todo comenzó cuando en el año 2008 llegó un cliente a pedir una caja de preservativos. «Le dijimos que no teníamos y nos pidió la hoja de reclamaciones», recuerda Luis Melgarejo, uno de los dueños en ese tiempo. «Tuvimos una inspección de Sanidad y se nos pidieron las existencias mínimas obligatorias, y ahí se dieron cuenta de que no teníamos tampoco la píldora del día después (PDD), sometida a unas existencias mínimas obligatorias en cada farmacia».

Melgarejo y su socio se negaban a dispensar la PDD «por razones de conciencia y de ciencia», señala, y aclara que la píldora «no solo puede provocar un aborto –lo que ya está mal–, sino que además, como todos los medicamentos hormonales, tiene efectos secundarios graves. Que cualquier persona pudiera pedir sin receta una PDD sin ningún tipo de control ni seguimiento medico es algo injustificado».

Al conocer el caso, la Junta de Andalucía les sancionó con 3.000 euros por no tener a la venta ni la píldora del día después, ni preservativos. Después de pasar por la justicia ordinaria, el caso fue admitido a trámite por el Tribunal Constitucional, ante el que los propietarios de la farmacia habían presentado un recurso de amparo.

Finalmente, en el año 2015, el TC les dio la razón en lo relativo a la PDD, reconociendo su derecho a la objeción de conciencia, «del mismo modo que la tienen reconocida los médicos que no quieren realizar un aborto», asegura el farmacéutico.

Un apoyo «absoluto»

Ya han pasado siete años, pero Melgarejo recuerda cómo el apoyo de la gente del barrio y de los clientes de la farmacia fue «absoluto», y varios farmacéuticos de toda España decidieron seguir su ejemplo a la hora de retirar de la venta un producto que entraba en colisión con sus principios.

Hoy, cuando muchos médicos se ven presionados en su derecho a ejercer la objeción de conciencia ante la eutanasia, Melgarejo asegura que, aunque «me jugué la farmacia», su lucha «mereció la pena», y pide que cada profesional de la medicina «pueda hacer lo que mejor crea, según su conciencia, con tranquilidad y sin miedo, porque la justicia acabará de su parte».

Además, más allá de lo meramente jurídico, confiesa: «Hablo por mí, pero yo prefiero dormir tranquilo a realizar algo que sé que está mal y que hace mal. Para mí, mi conciencia está por encima de cualquier otra consecuencia».