Siervos. Recuerdos de la Iglesia tras el telón de acero - Alfa y Omega

Siervos. Recuerdos de la Iglesia tras el telón de acero

Juan Orellana
Juraj (Samuel Skiva) junto a su compañero seminarista Michal (Samuel Polakovic), protagonizan el filme. Foto: Karma Films

De Eslovaquia nos llega esta película de autor inspirada en hechos reales, rodada en un magnífico blanco y negro, y que nos traslada a ese mundo también en blanco y negro de la Europa sufriente tras el telón de acero a principios de los años 80. En Checoslovaquia, como en otros países del Este, la Iglesia vivía en su seno el drama de la división entre los que querían congraciarse con el régimen comunista para evitar persecuciones y los que querían mantener intacta su independencia y lealtad a Roma. A principios de los 70 nació en Praga –promovida por el Gobierno– la Asociación Pacem in Terris, formada por sacerdotes colaboracionistas. Seguían las directrices de las autoridades comunistas y tenían que asistir a las asambleas vestidos de traje y corbata, sin sotana ni distintivos sacerdotales.

A partir de marzo de 1982, momento en el que sitúa el argumento del filme, la cosa se complica debido a la declaración vaticana Quidam episcopi, impulsada por un Juan Pablo II que venía de una Iglesia que estaba pasando por la misma asfixia comunista. En dicho documento se prohíbe a los sacerdotes participar en organizaciones de corte político –como era el caso de Pacem in Terris–, con lo que la tensión se agravó entre unos y otros.

Los protagonistas de la película son dos seminaristas, Juraj y Michal, que después de comenzar llenos de ilusión su proceso formativo, descubren hasta qué punto la situación de la Iglesia checa ha calado en las paredes de la Facultad de Teología en la que estudian. Su responsable máximo, el rector, es colaboracionista, pero luego hay cargos intermedios clandestinos y, finalmente, hay seminaristas anónimos que publican en el tablón de anuncios textos prohibidos, como por ejemplo extractos de la Quidam episcopi.

Los dos jóvenes tendrán que posicionarse y cargar con las consecuencias, conscientes de que el Gobierno no se anda con paños calientes: los sacerdotes desobedientes son asesinados sin miramientos.

La película también trata de comprender las razones profundas de los colaboracionistas, y por ello escuchamos decir al rector que su objetivo es que no le cierren el seminario, aunque se gane el rechazo del clero y los seminaristas. El dilema moral es de envergadura, y nos recuerda al que vivió el obispo Altamirano en la película La misión (R. Joffé, 1986): ¿qué hacer si defender lo justo a pequeña escala conlleva perderlo todo a gran escala? Pero los seminaristas lo tienen claro, ayudados de su juventud siempre proclive a la rebeldía: están incondicionalmente con Roma y con la libertad.

Estamos ante la segunda película de ficción del documentalista eslovaco Ivan Ostrochovský, que en el Festival de Berlín declaró que los colaboracionistas de la Iglesia no fueron peores que la mayoría de los artistas, que se afiliaron al Partido Comunista para seguir trabajando. Su intención es interpelar al espectador para que no caiga en la fácil dicotomía de buenos y malos y se pregunte qué habría hecho él. Una película necesaria. Por cierto, la fotografía de Juraj Chlpik, de Óscar.

Siervos
Director:

Ivan Ostrochovský

País:

Eslovaquia

Año:

2020

Género:

Drama

Público:

+12