Son nuestros Maj Sjöwall y Per Wahlöö patrios. El matrimonio Lorenzo Silva y Noemí Trujillo nos regala el segundo caso de la inspectora de homicidios Manuela Mauri, protagonista de la que ya es una serie de éxito de la literatura negra española. Nótese que si la anterior novela rendía honores desde el título a Primo Levi, Si esto es una mujer, la pareja sigue con la paráfrasis, el homenaje y, de algún modo, la relectura, que tan buen resultado les dio, y ahora es Arturo Barea el autor homenajeado, con su obra La forja de un rebelde, libro clave en esta nueva entrega de la saga. Sin olvidarnos de otro clásico al que se brinda no menos explícita pleitesía: Diez negritos de Agatha Christie.
Esta vez, Mauri se enfrenta a un doble crimen ocurrido en plena alerta sanitaria, a finales de abril de 2020. La joven Carlota Vargas, de 19 años, ha encontrado a su padre y a su madrastra muertos a escopetazos en su vivienda, un chalet adosado en Alcalá de Henares, junto al parque de La Rinconada. Se topaba con la terrible escena cruenta a su regreso de una fiesta ilegal, organizada por ella misma y celebrada con nueve amigos, saltándose el confinamiento, y será el testimonio de todos ellos, los diez posadolescentes, rebeldes, narcisistas e inmaduros, prácticamente con todo lo que se cuente para afrontar la investigación en un Madrid gris, fantasmagórico y sitiado por el virus. Eso sí, la inspectora dispondrá de un equipo leal e incombustible que no la dejará sola en ningún momento, encabezado por Rafael Gutiérrez, un subinspector admirable por virtudes como su instinto protector y por no perder jamás el buen humor.
A grandes trazos, el secreto de que estas páginas generen una lectura tan adictiva reside en la exploración introspectiva del personaje de Manuela como mujer y madre del siglo XXI, aquí y ahora. Sabemos, desde el fluir de su conciencia, de sus desvelos en relación a la familia y los amigos. Empatizamos con los pequeños detalles de su día a día, y nos conmueve cómo se eleva sobre sus inquietudes recurrentes con parábolas sencillas pero taxativas: «La tarea de amar a los otros es difícil porque siempre llega un momento en el que el otro te hace daño, y el amor consiste en perdonarlo». Tampoco nos son ajenos los remordimientos que le provoca su exigente desempeño profesional al que es consciente de consagrar un tiempo que escatima a quienes, a su vez, tiene a su cargo en la vida personal, con el correspondiente menoscabo de su salud, física y mental. Pero en medio del drama cotidiano ocurre el milagro: los autores hacen brillar a Manuela, en todas sus contradicciones internas, como un ser humano a la vez vulnerable y excepcional, en un aflorar de sentimientos que es absolutamente propio de este tiempo revisionista de pandemia. Divorciada de Javier, «mejor amigo que marido», Manuela se ha mudado a Rivas Vaciamadrid con sus dos hijos y su nueva pareja, Alberto, joven médico que la quiere y respeta, pero que acaba abandonando la casa común tras una discusión con el primogénito de 17 años, David, que es egoísta, engreído y algo maleducado, y, sobre todo, no reconoce la autoridad.
A la inspectora la desborda la situación, la traiciona el orgullo, y oculta, una vez más, sus emociones. Mientras trabaja sin descanso a contrarreloj, a ritmo de Quién me ha robado el mes de abril de Joaquín Sabina, asiste impotente al nuevo derrumbamiento de su hogar que culminará con la espantada de David, que se irá a vivir con su padre como preludio de la incomunicación maternofilial definitiva. Aquí la narración se crece en el territorio del contraste, al explotarse los conflictos generacionales de nuestro tiempo con recursos del policial clásico. Una jugada digna de nuevos maestros del género.
Lorenzo Silva y Noemí Trujillo
Destino
2022
336
19,50 €