Semana Nacional para Institutos de Vida Consagrada: Tras las huellas de la Belleza
La vida consagrada tras las huellas de la Belleza es el lema de la 46 Semana Nacional para Institutos de Vida Consagrada que se celebra en Madrid del 20 al 23 de abril
«Y vio Dios que era bueno» (y bello). Así aparece esta expresión en seis ocasiones en la primera página de la Biblia. La belleza es inseparable de la bondad y de la verdad. Por eso, la belleza es una categoría fundamental para entender y acceder a Dios. A los consagrados se les ha denominado en toda la tradición como buscadores de Dios, el bueno y el verdadero y, por supuesto, de aquel que es «el más bello de los hombres» (Sal 44), como proclama el salmista, y que la lectura eclesial ha identificado siempre con Jesucristo. A partir de aquí se entiende el título de la 46 Semana Nacional para los Institutos de Vida Consagrada que comenzamos este jueves: La vida consagrada tras las huellas de la Belleza. Fiel a su cita anual, el Instituto Teológico de Vida Religiosa ofrece esta oportunidad de formación permanente precisamente en este tiempo en que nos encontramos con una fuerte sensibilidad de afirmación de la via pulchritudinis (camino de la belleza) como uno de los medios de la nueva evangelización para tantos jóvenes y tantas personas alejadas de la fe. Ahora bien, no hay mayor belleza para un consagrado que la de la fidelidad a su consagración y el testimonio de entrega y servicio de su vida. Ahí radica la principal seducción de la vida consagrada.
Siendo un tema tan amplio, va a ser abordado desde diferentes ópticas fundamentales: la dimensión eclesial, de la mano del cardenal Osoro; la clave teológica, que abordará el sábado el cardenal Barbarin, arzobispo de Lyon, y la celebración litúrgica, de la que hablará el padre Corrado Maggioni, subsecretario de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Además de la perspectiva bíblica (Mariola López, de la Facultad de Teología de Granada), en la historia respiraremos con los dos pulmones: Occidente (Lorenzo Maté, abad del monasterio de Silos) y Oriente (Mariano Sedano, del seminario de San Petersburgo, en Rusia).
vida consaNo podemos olvidar tampoco la belleza particular que se esconde en tantos rostros desfigurados (Sebastián Mora, secretario general de Cáritas) y un aspecto muy interesante para el futuro de las nuevas generaciones cristianas: educar para la belleza en el siglo XXI (Mar Izuel, directora del colegio Nazaret-Oporto de Madrid). Este sustrato es el que subyace a la via pulchritudinis como camino de nueva evangelización (José C. R. García, del Instituto Teológico de Vida Religiosa). Este cuadro se completa con un elogio de la belleza (Pedro Sarmiento, también del Instituto Teológico) y el testimonio abierto de dos creadores tan significativos como la pintora cisterciense Isabel Guerra y el cantautor mercedario fray Nacho.
Hace pocos días acabamos de asistir a la explosión de arte y fe que son las procesiones de Semana Santa. La vía de la belleza, a partir de la experiencia del encuentro con sus mejores expresiones, suscita admiración, puede abrir el camino a la búsqueda de Dios y disponer el corazón y la mente al encuentro con Cristo, Belleza de la santidad encarnada, ofrecida por Dios a los hombres para su salvación. Esta experiencia apasionada sigue invitando a los consagrados, buscadores incansables de amor, verdad y belleza, a elevarse desde la belleza sensible a la Belleza eterna y a descubrir al Dios santo, artífice de todo lo creado; Aquel que en el sexto día, después de contemplar todo lo que había hecho, vio y proclamó que «era muy bello» (y muy bueno).