Se puede acoger migrantes solo por unos días o sin tener habitación - Alfa y Omega

Se puede acoger migrantes solo por unos días o sin tener habitación

Varias familias cuentan cómo apostaron por la «acogida ligera» de migrantes para ofrecer su tiempo y cercanía a Oussama, Mohamed y Tidiane

Rodrigo Moreno y Begoña Aragoneses
María Camarena, la segunda por la izquierda, junto a su familia. Acogen aunque tengan cuatro hijos
María Camarena, la segunda por la izquierda, junto a su familia. Acogen aunque tengan cuatro hijos. Foto cedida por María Camarena.

Con 18 años y un día, Oussama consiguió permiso de residencia en España pero, al mismo tiempo, las puertas del centro de menores donde vivía en Ceuta se cerraron a sus espaldas. Viajó a Madrid en busca de un futuro y, tras conseguir plaza en un piso de CESAL, «un día me dijo el encargado que venía una familia para acogerme. No tenía ni idea de lo que era eso», cuenta a Alfa y Omega este marroquí en un castellano impecable, porque «trabajando nueve horas al día y haciendo amigos españoles acabas aprendiendo el idioma». Ahora, ya emancipado y alquilando por su cuenta una habitación, mantiene el vínculo con los primeros españoles que conoció. «Vivimos al lado, nos vemos todas las semanas, a veces me invitan a cenar y tenemos una relación muy especial». Es una historia por sí misma noticiosa, pero a la que se añade un detalle: Oussama jamás compartió techo con esta familia, que le proporcionó lo que se conoce como una «acogida ligera».

En cifras

10.168 menores extranjeros ha acogida Madrid desde 2019. Necesitan familias.

2021 fue el año en que Carlos Recio y su familia conocieron la acogida ligera.

Jorge Prades, presidente de la asociación Familias para la Acogida —dedicada a promover el acogimiento familiar de menores tutelados—, detalla que «esta fórmula es muy adecuada porque no requiere un compromiso tan radical y permite que las residencias puedan poco a poco moverse a un modelo más familiar». Considera que es el horizonte hacia el que caminar para atender correctamente a los menores; también a los extranjeros no acompañados. Como aquellos cuyo reparto entre comunidades autónomas tan de actualidad está. «Todos necesitamos un entorno familiar de pertenencia en el que estar bien atendidos». Si alguien no puede disfrutarlo con sus parientes biológicos, debería poder hacerlo con otras personas.

Es el rol que intentan desempeñar ante Oussama Carlos Recio y su familia. El padre nos revela que se lanzó a la aventura después de conocer en 2021 la experiencia similar de unos amigos a través de Familias para la Acogida. «Nos llamó mucho la atención y queríamos hacer algo por los demás», recuerda; al tiempo que confiesa que «al principio teníamos miedo a lo desconocido, pero decidimos ir hacia delante». De hecho, durante la primera toma de contacto, que consistió en que la familia visitara el piso de CESAL donde estaba Oussama, «estuvimos desayunando con otros once chicos y nos dio corte». Pero él, «que hablaba muy poquito español cuando lo conocimos» y con el que tenían que comunicarse «despacio y por señas», aprendió la lengua «como un cohete» y en pocas semanas rompió todas las barreras. Sus planes eran muy sencillos: pasear, compartir mesa y ofrecerle de vez en cuando un consejo a un chaval de 18 años que intenta abrirse camino en un lugar desconocido y al que le toca crecer antes que a los demás. Oussama solo tenía un miedo, «que lo cristianizáramos de golpe y porrazo»; algo que nunca sucedió.

En contacto con sus orígenes

Aunque cuente con lo que él mismo define como «una segunda familia», Oussama, que ahora tiene 22 años, llama todos los días a su madre y mantiene vivo el vínculo con sus hermanos de sangre. El objetivo de esta acogida ligera no es sustituir a sus padres sino, como señala Recio, «echar un pequeño cable y darle un empujón para que tenga una referencia en situaciones difíciles».

Es una ayuda similar a la que María Camarena y su familia ofrecieron a Mohamed. «Nos llamó Familias para la Acogida para contarnos el caso de un chaval que acababa de llegar y que tenía 16 años». Sin familia en España, «querían que conociera a gente fuera de la residencia y que una vez al mes sacáramos de excursión a otros niños de allí» tutelados por distintas causas, nos explica. Y aunque este chaval «era un pelín mayor» en comparación con «los más pequeñitos, de entre 5 y 14 años», «era muy niñero» y participaba encantado.

Por el camino, hizo una estrechísima amistad con los cuatro hijos de esta familia, especialmente con «el mayor, porque tiene un año menos que Mohamed». Y aunque «no ha llegado a estar viviendo» en su casa principal, «en verano nos lo llevamos cuatro o cinco días». Desde noviembre del año pasado, Mohamed tiene 18 años, una edad en la que la mayor parte de chicos con su perfil «se quedan en la calle». En su caso, ha conseguido plaza durante 15 meses en un piso tutelado que le permite diseñar cómo alzará el vuelo. Mientras, «el vínculo lo seguimos manteniendo».

Pocos días también ayudan

Otra familia de acogida son Fernando y Blanca. Tras conocer el programa Afrique del Servicio Capuchino para el Desarrollo y la Solidaridad (SERCADE), ahora ponen a disposición de migrantes, en este caso adultos, la habitación que su hijo dejó vacía al independizarse. A través de un grupo de WhatsApp al que llegan mensajes de emergencia, se ofrecen de lunes a viernes a abrir las puertas a cualquier chico derivado por la entidad ante el riesgo de que pase una noche en la calle. «En casa siempre hay algo más de arroz y pollo» para hacer cenas rápidas y que puedan tomar también los que sean musulmanes. «Si nos dan pie, preguntamos y nos hablan mucho de sus madres», confiesa Blanca. Acogen aunque sea por un día a perfiles como el de Lassana, de 20 años y maliense. O Tidiane, de 22 años, procedente de Guinea Conakri y quien recién llegado a España pasó su primera semana en casa de «la señora Miriam». «Sin la ayuda de esa gente, hoy estaría en la calle. Lo que necesito ahora es tener futuro aquí», concluye.

Se necesitan más familias

Las tensiones entre comunidades autónomas para repartirse a los menores no acompañados que se hacinan en Ceuta o las islas Canarias evidencian, a juicio de María Seco, «que se está estigmatizando mucho» a estas personas. Según apunta la responsable de comunicación de Servicio Capuchino para el Desarrollo y la Solidaridad (SERCADE), «es gente que ha salido de su país por una necesidad que hemos generado en Europa» con las políticas extractivistas.

Seco presume de la coordinación que SERCADE realiza con Cruz Roja, el Ayuntamiento de Madrid y la Mesa por la Hospitalidad de la archidiócesis. «Siempre tienen voluntarios que abren las puertas de las parroquias» por las noches para ofrecer un techo a los migrantes que, de otro modo, dormirían en la calle.

Volcada en la coordinación de un grupo de WhatsApp en el que sus miembros acogen en su casa por un día o dos a quienes acaban de llegar, pide que «haya más familias», porque «generan unas rutinas» especialmente virtuosas en los chavales que pasan por ellas. Argumenta además que todo lo que deben hacer —aunque no es poco— es recibir a los chavales cuando llegan a las 20:00 horas y que «allí cenen, se duchen y duerman, porque por la mañana tienen que salir». Como estas familias siempre están disponibles para las emergencias, argumenta que cuantas más sean, cada una asumirá una carga menor cuando surjan las necesidades.

Finalmente, anima a que todos aquellos interesados contacten con la institución a través de contacto@sercade.org para ponerse a tiro de la solidaridad.

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