Saruca - Alfa y Omega

Desde novios tenemos cuenta conjunta. Nunca nos hemos planteado quién gana qué, ni cuánto paga cada uno, ni qué reparto de responsabilidades había que organizar para la casa, las niñas, los colegios… Siempre ha salido todo de manera natural: o sea, con discusiones a veces, con «parece que, no se da cuenta de…» mutuos y, en ocasiones, recíprocos. Es decir, somos una pareja normal, del montón, de la que no establece escalas de valoración para los actos del día a día ni pone el acento en reivindicaciones –reclamaciones–, aunque sí en asumir responsabilidades.

Recuerdo el cumpleaños de la hija mayor de unos amigos, ¿hará 20 años? Casi todas ellas hablando de sus incipientes carreras profesionales, descansando de niños, no porque hubiera payasos ni nada contratado, sino porque Saruca estaba jugando con ellos –a uno especialmente revoltoso le soltó un «pórtate bien, caramba»… y se acercaron varios más a decir que ellos también querían ser caramba–; las demás, durante la merienda, empezaron a hablar de estudios, de cualificación profesional –que, by the way, no es lo mismo– y, rodando llegaron donde querían: «Tú, Sara, ¿qué estudiaste?» «Yo no hice carrera, me quedé en COU; bueno, hice dama de sanidad militar». Silencio. Continuó Saruca: «Ahora ya entendéis por qué me dedico a la casa y a mi familia, porque no valgo para otra cosa…». Rubor generalizado, silencio espeso. Continuó Sara: «Yo quería ser militar, pero entonces las chicas no podíamos opositar a las academias, no elegí second best –se calló el «como probablemente muchas de vosotras»– y decidí buscar trabajos que me gustasen hasta que me casara. A mí me gusta la casa, me gustan los niños y quiero a mi marido». Silencio todavía más espeso. Recuerdo como mi amigo Ricardo la cogió en volandas y le dijo: «Joer, Sarita, con un par».

Saruca es una mujer culta, preparada, divertida, completa, trabaja en un cole: en el comedor con los peques, en el patio con las mayores y organiza las rutas, veintitantas. Se levanta y se acuesta de buen humor. Como decía uno de mis ídolos, Forrest Gump, esto es todo lo que tenía que decir sobre este tema tan morado.