Sangre que reconcilia - Alfa y Omega

Sangre que reconcilia

La inmensa mayoría de los obispos españoles viajaron a Roma para participar en la beatificación de los mártires. Muchos, además, han escrito cartas pastorales dedicadas a ellos, en las que piden que su memoria sea semilla de reconciliación

Redacción

Cardenal Antonio Cañizares, arzobispo de Toledo:

Los mártires son para todos un aliento. Enseñan que solamente Dios merece toda nuestra vida, y que dando nuestra vida mostramos qué es el amor. Es evidente que estas beatificaciones no son respuesta a ninguna ley, sino que tenemos que ver la llamada de Dios a la reconciliación y la unidad.

Monseñor Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo de Valladolid:

Su entereza no tembló ante la injusticia de su muerte. Aquí radica la belleza de su sacrificio: murieron con la alegría de saberse amados, amando a quienes les odiaban, seguros de que su sangre acabaría propiciando una cosecha de reconciliación.

Monseñor Julián Barrio, arzobispo de Santiago de Compostela:

Esta celebración nos evoca que la Iglesia que camina entre los consuelos de Dios y las turbaciones del mundo, quedando constancia en ella de tantos mártires y santos. Es el vigor de la fe de estas personas lo que nos ayuda a ver no el triunfo visible de la Iglesia, sino su crecimiento en profundidad.

Monseñor Carlos Osoro, arzobispo de Oviedo:

El heroísmo es un sustantivo que solemos identificar con actitudes numantinas, de lucha a muerte, de superhombría. Este no es el heroísmo de los mártires, pues el de ellos está en dar todo, hasta su vida, con el mismo amor de Dios, aunque las respuestas hacia ellos sean contrarias.

Monseñor Carlos López Hernández, obispo de Salamanca:

Los mártires han podido ser cristianos más o menos frágiles y pecadores; pero en el momento decisivo han recibido la fortaleza del Espíritu Santo para aceptar con libertad y alegría ser perseguidos por ser discípulos de Jesucristo. Son testigos de una humanidad nueva, que ha superado la fragilidad de la condición humana y nos invita a reconocer la fuerza transformadora de la gracia.

Monseñor José Manuel Lorca, obispo de Teruel:

La Iglesia gozó de un crecimiento enorme, en sus comienzos, como fruto de las persecuciones. Han causado mucho sufrimiento injusto, pero también han dado mucho fruto. La persecución aparece siempre como consecuencia del pecado.

Lecciones para la vida

Monseñor Luis Martínez-Sistach, arzobispo de Barcelona:

El testimonio valiente y confiado de los mártires contrasta hoy con una especie de retraimiento vergonzoso por parte de los cristianos. La fe queda recluida en la vida privada, en la conciencia, en las sacristías.

Monseñor Amadeo Rodríguez Magro, obispo de Plasencia:

Es siempre necesario estar muy atentos para que la memoria no se pudra con sentimientos contaminados; sobre todo cuando el pasado es doloroso, injusto o cruel. Si miramos con verdad, amor, perdón… a los errores y a los horrores, el recordar nos hará mejores; porque nos hará ver que lo que una vez ocurrió nunca debe repetirse. Porque no hay reconciliación sin la purificación de los recuerdos.

Monseñor José Sánchez González, obispo de Sigüenza-Guadalajara:

Cuando, con demasiada frecuencia, nos enfrentamos y somos tardos a la reconciliación, pensemos en nuestros mártires que mueren perdonando. Cuando somos perezosos, calculadores y mezquinos en darnos a Dios y a los hermanos, pensemos en la generosidad y entrega de nuestros mártires.

Monseñor Adolfo González Montes, obispo de Almería:

Aquella persecución fue el resultado de un plan deliberado de exterminio de la Iglesia, cuyo origen hay que ver en la crítica filosófica y social de la religión. La sangre de los mártires no es sólo semilla de cristianos, sino sangre que reconcilia y trae la paz purificando los corazones.

Monseñor Jesús Sanz Montes, obispo de Huesca y de Jaca:

No vamos a relatar el escarnio de mofa y befa que sufrieron antes de morir, no queremos reconstruir aquel terrible escenario. Nada de eso constituye nuestra memoria histórica».

Monseñor Manuel Sánchez Monge, obispo de Mondoñedo-Ferrol:

Tres cuartas partes de los mártires de la historia de la Iglesia son del siglo XX. Pero también es verdad que nunca la Iglesia ha crecido tanto como en nuestros días. Los mártires nos enseñan que el amor acaba triunfando, que sólo del perdón y de la reconciliación puede surgir la nueva civilización del amor.

Monseñor Antonio Algora, obispo de Ciudad Real:

Muchos de nuestros mártires tenían una larga experiencia de entregar la vida a los demás en la enseñanza cuando no había escuelas, en la atención a los pobres cuando no había seguridad social ni medicinas asequibles.