Han pasado ocho años desde Laudato si y no hay reacciones suficientes a la destrucción de la casa común. Por eso el Papa Francisco vuelve a apelar a nuestra conciencia con la exhortación apostólica Laudate Deum, en la que recuerda que «por más que se pretendan negar, esconder, disimular o relativizar, los signos del cambio climático están ahí, cada vez más patentes».
Es difícil —muy difícil— penetrar en las conciencias según determinados temas. La ecología es, para no pocos, nada más que un rasgo de la denostada Agenda 2030. Solo se mide en ese contexto. Pero la temperatura del planeta está cerca de aumentar en 1,5 ºC, y las consecuencias terribles que esto provoca —y provocará— nada tienen que ver con la ideología. Que el cristiano se ocupe del regalo del Creador nada tiene que ver con el adoctrinamiento. «La vida humana es incomprensible sin las demás criaturas», asegura un colaborador del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral en estas páginas. Esto está muy lejos de la dicotomía «salva árboles que yo salvo almas», que ha tenido que escuchar él mismo. La ciencia es un dato, no una opinión. Y Francisco nos vuelve a llamar a filas otra vez.