El Papa pide a la COP28 cambios eficientes, obligatorios y medibles
En Laudate Deum, actualización de Laudato si, Francisco alerta de que los signos del cambio climático son «cada vez más patentes» y el abandono de los combustibles fósiles no se está realizando a la velocidad necesaria
Ocho años después de Laudato si «no tenemos reacciones suficientes mientras el mundo que nos acoge se va desmoronando y quizás acercándose a un punto de quiebra». Así explica el Papa Francisco su decisión de dar continuidad a su encíclica sobre el medio ambiente con la exhortación apostólica Laudate Deum, publicada este 4 de octubre como cierre del Tiempo de la Creación. A lo largo de los seis capítulos y 24 páginas del documento, el Santo Padre vuelve a poner al día de los temas más candentes de la crisis del clima: «Por más que se pretendan negar, esconder, disimular o relativizar, los signos del cambio climático están ahí, cada vez más patentes». Y «no es posible ocultar la coincidencia de estos fenómenos globales con el crecimiento acelerado de la emisión de gases de efecto invernadero, sobre todo desde mediados del siglo XX».
Son temas que conoce bien Eduardo Agosta, climatólogo, fraile carmelita y colaborador del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral. Cita «los extremos de sequía, los incendios forestales que se multiplican, las olas de calor, la subida del nivel del mar o la desaparición de glaciares». Todos estos síntomas apuntan a que «la situación es cada vez más crítica. El semáforo está en amarillo y estamos a punto de cruzar la línea roja». Esto es así porque «la ciencia marca límites que no podemos exceder si queremos mantener la sostenibilidad y la vida del planeta». Uno de ellos es, explica Laudate Deum, «un aumento de la temperatura global de 1,5 ºC, del cual estamos cerca». De hecho, «es posible que en diez años lo alcancemos». Para que esto no suceda o no se llegue mucho más allá, Agosta, experto en cuestiones climáticas, pide una reducción de las emisiones de CO2 de un 50 % para 2030 y de entre un 80 % y un 85 % para el 2050. «Es necesario si queremos mantenernos dentro de la zona amarilla», añade.
En los últimos ocho años «se tenía que haber avanzado en muchas políticas internacionales y acuerdos. Hay demasiadas cosas que se han postergado». Como afirma en su exhortación el Santo Padre, «la transición que se necesita, hacia energías limpias como la eólica y la solar, abandonando los combustibles fósiles, no tiene la velocidad necesaria». De hecho, todo «lo que se está haciendo corre el riesgo de interpretarse solo como un juego para distraer».
Esta es la otra gran razón de ser de Laudate Deum. Al igual que en 2015 Laudato si logró incidir positivamente en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático de París (COP21), el Pontífice espera que su nuevo documento tenga el mismo efecto en la COP28, que se celebrará del 30 de noviembre al 12 de diciembre en Dubái. De hecho, dedica un capítulo entero a preguntar «¿qué se espera de la COP28?». Responde que «solo cabe esperar formas vinculantes de transición energética que tengan tres características: que sean eficientes, que sean obligatorias y que se puedan monitorear fácilmente».
La cumbre del clima de Dubái tiene que «tomar decisiones ya», considera Agosta, que ha participado en muchas de estas citas. «El quid de la cuestión es que en los próximos cinco, diez o 20 años se hagan todos los esfuerzos para limitar los combustibles fósiles, que son el principal problema del cambio climático».
En los últimos años se han intentado otras medidas, como la captura de carbono o la geoingeniería climática. «La idea es seguir emitiendo y después amortiguar disminuyendo el ingreso de energía solar a la tierra», explica Agosta. Pero «manipular el clima de la tierra es un riesgo y una locura». En Laudato Deum, el Papa Francisco califica estas nuevas intervenciones técnicas como «forma de pragmatismo homicida, como patear una bola de nieve colina abajo».
Ciencia, no ideología
Francisco no deja sin abordar la cuestión del escepticismo sobre el cambio climático. Alude a las «opiniones despectivas y poco racionales que encuentro incluso dentro de la Iglesia católica». El fraile carmelita lo ha vivido en primera persona. «Algunos sacerdotes me han dicho: “Tú salva árboles o predica el clima que yo salvo almas y predico a Jesucristo”». A lo que responde que «esto es ciencia, no es una ideología. La ideología está sostenida por la opinión, por los prejuicios, mientras que la ciencia es un dato». Y, como recoge la exhortación del Papa, «una abrumadora mayoría de científicos especializados en clima sostienen esta correlación y solo un ínfimo porcentaje de ellos intenta negarla».
Laudate Deum demuestra asimismo que detrás de la preocupación ambiental no tiene por qué haber una ideología anticristiana. «La cosmovisión judeocristiana defiende el valor peculiar y central del ser humano» en medio de la creación, afirma. Pero «la vida humana es incomprensible e insostenible sin las demás criaturas», a las que «Dios nos ha unido». Esta doctrina lleva a acabar «con la idea de un ser humano autónomo, todopoderoso, ilimitado», y a avanzar en comunión y compromiso.
Para Agosta, sería bueno escuchar a las comunidades indígenas, sabias «en cuanto a esa relación más primordial de respeto con la casa común». Pero, sobre todo, la invitación del Papa debe servir «para unirnos como católicos en la defensa de los más pobres».