Sal de tu tierra - Alfa y Omega

Pablo lleva tres días en Madrid. Salió de su Argentina natal buscando una bendición. Allí tenía trabajo, una familia, un título universitario, amigos. Aun así consideró arriesgar, cruzar el océano, para descubrir algo mejor. Estos tres días han sido muy duros: la soledad, el sentimiento de desamparo, las ganas de regresar. Pablo llora en un banco del templo como un niño pequeño al que se le ha roto su juguete más preciado. Ha querido ver en cada acontecimiento una señal del cielo y ahora se ha cortado la comunicación. Pablo viaja mañana a otro lugar de España para seguir arañando algo de tierra prometida. Sus uñas están rotas y su corazón dividido y trastocado. Ha entrado un momento a la sacristía para buscar familia, para volcar su desaliento, para invocar bendición, para sentir un abrazo. Su voz se entrecorta y sus lágrimas apenas lo dejan hablar. Saca de la cartera alguna estampa que lo acompaña, el pasaporte que le ha permitido llegar hasta aquí, la foto de su familia que acaricia como se acaricia la vida. Rezamos juntos alguna oración con la fe de ese niño que se ha perdido en el mercado y que ansía encontrar con la mirada el rostro de sus padres. Hablamos serenamente. El corazón y una intuición lo han traído hasta aquí. Es joven y hay muchas cosas por aprender. Tiene billete de regreso para dentro de tres meses. Va a darse una oportunidad: toca peregrinar con los pies descalzos, bebiendo de las fuentes, buscando techo y hogar. Tres meses dan para mucho. Tres meses se pasan como un suspiro. Pablo vuelve a llorar pero sus lágrimas ahora son como ese pozo al que te acercas para saciar la sed. Se quede o regrese, es tiempo para observar, para escuchar, para meditar, para aprender. El fracaso sería quedarse paralizado, roto, frustrado. La provisionalidad, el desamparo, los silencios, la fragilidad también nos hablan de Dios. Se podría decir que forman parte privilegiada de su lenguaje. Salir de tu tierra, embarrarte, arriesgar, dejar que el corazón te lleve y, en su caso, saber regresar a la casa del padre cuando crees que te has equivocado.

Pablo, peregrino en tierra extranjera, apóstol en busca de bendiciones, soñador de presentes y futuros, ladrón de atardeceres y de plegarias subversivas.