Resucitar - Alfa y Omega

Silos. 12 de abril. Domingo de Pascua. Hoy todo me habla de resurrección. Basta mirar alrededor. Leer la prensa. Ver las noticias. Me emociona ver tantos signos de vida donde parece que solo reina la muerte. Tantas personas que se dan día a día: vidas que devuelven la vida. Sepulcros abiertos de los que brota la esperanza. Corazones vacíos de tanto darse y llenos de tanto vaciarse. Los veo y sé que Jesús vive en ellos. En sus gestos. En sus sonrisas. En sus miradas. En sus abrazos. Meto el dedo en sus llagas, en sus faltas de sueño. Y creo.

Es la Pascua del Señor. Y la nuestra. Quizá permanecemos confinados por miedo al contagio, pero la Luz y la Vida del Resucitado han hecho estallar los muros del cenáculo de nuestros corazones. Y veo brotes verdes en medio de mi desierto. No hay lugar para la tristeza donde reina la alegría. Hoy no. Y decido atravesar el sepulcro de mi aislamiento y abrazar la vida resucitada, la vida que nace del Amor. Y decido ser libre aunque me encuentre encerrado entre cuatro paredes. Y decido soñar para no quedarme quieto. Soñar también para que otros sueñen. Y decido entregarme a los que tengo cerca y regalar mi tiempo a los que están lejos. Y decido cambiar el mundo con mis pequeños gestos de cada día. Y decido sonreír, aunque nadie me vea. Decido ser testigo del Resucitado. Sembrar esperanza.

También yo he pasado de la muerte a la vida. He empezado a valorar cosas a las que antes no les prestaba atención. He aprendido a mirar agradecido cada pequeño gesto de mi familia. He aprendido a ser paciente. A ser agradecido. A ser generoso. A acompañar en las lágrimas y a no avergonzarme de ellas. He aprendido a escucharme y a escuchar la voz de los que tanto quiero y a los que tanto echo de menos. Y, sobre todo, he comenzado a amar de verdad a los de cerca y a los de lejos.

He resucitado. Y vivo con la esperanza que vence a todos los miedos que trae esta pandemia. No dejo de sonreír. No dejo de soñar. No dejo de vivir, hoy más que nunca, unido a Ti.