La muerte del torero Víctor Barrio a causa de una cornada en el pecho en la plaza de toros de Teruel se ha convertido lamentablemente en actualidad, no sólo por la tragedia que ha supuesto, sino también por la cantidad de burlas y mensajes vejatorios de celebración de su muerte por parte de algunos antitaurinos. No es la primera vez que esto se produce, como tampoco lo es que tales comentarios se hagan virales. Mensajes sin ningún tipo de respeto al difunto y a su familia. Mensajes que desatan el odio en la sociedad. Mensajes hirientes. Mensajes que, una vez más, nos hacen preguntarnos si es necesario poner límites a la libertad de expresión en las redes sociales.
¿Se puede expresar todo? ¿Se puede ofender impunemente? ¿Eso es libertad de expresión? No existe libertad de expresión cuando impides con tus palabras la expresión del otro porque no coincide con la tuya. La libertad de expresión se ampara en el respeto y nunca en el odio, la mentira o la violencia.
El artículo 20 de la Constitución Española establece que «Se reconocen y protegen los derechos: a) A expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción». Cuando se redactó la Constitución las redes sociales no existían; pero ello no justifica desconocer una de las partes más importantes de este precepto, que resulta igualmente aplicable a este medio de comunicación «estas libertades tienen su límite en el respeto a los derechos reconocidos en este Título (…) y, especialmente, en el derecho al honor, a la intimidad, a la propia imagen y a la protección de la juventud y de la infancia». Uno de los derechos fundamentales protegidos en nuestra Constitución es precisamente la dignidad del ser humano. Ofender voluntariamente, desde el odio, atenta contra la dignidad del ofendido. El límite a la libertad de expresión debe ser siempre el respeto al semejante.
Las redes sociales son una excelente vía de comunicación. Hoy resultan imprescindibles y, bien usadas, ayudan eficazmente a expresar ideas y pensamientos; pero si esa libertad se utiliza marginando la libertad y la dignidad de la persona frente a la que se ejerce, deja de ser libertad de expresión para convertirse en un auténtico atentado contra ella.
Hoy todos en cierta manera somos periodistas. Nuestros mensajes en redes sociales, en blogs y en otras plataformas que permiten llegar a muchas personas pueden hacer bien, pero también generar odio y, sobre todo, sembrar mentira. La libertad de expresión tiene límites: la verdad y el respeto a uno mismo y a los demás.
Grupo Areópago