«Mataron a mi padre delante de mí. Volvíamos de trabajar la tierra. Los yihadistas, que están por todos los caminos, nos asaltaron. Si no eres uno de ellos, no te dejan tranquilo. La vida en el campo es muy peligrosa». Mientras hablaba, miraba al suelo con los ojos empañados. Transmitía serenidad. No había rencor. Ni un ápice de odio. Solo dolor. Mucho dolor. «Me arrestaron varias veces y me torturaron. Me pusieron un hierro caliente aquí». Señaló el tobillo. Se veía la cicatriz de la quemadura.
Habíamos terminado una clase de castellano junto a otros compañeros procedentes de Mali, Haití, Argelia, Senegal. Estuvimos aprendiendo nombres de animales. Entonces sacó su móvil y enseñó fotografías de él arando con la ayuda de un caballo. «Me gusta mucho trabajar en el campo». En la imagen aparecía, de espaldas, su padre. Otro chico también compartió las imágenes de sus dos caballos y dos perros.
Está muy contento de estar en España. Él, como sus compañeros solicitantes de asilo, valora la libertad. Expresar lo que piensa y siente. No ser perseguido. Andar por la calle sin pensar que algo malo pueda pasar. Llegar a casa vivo. Y saber que a los demás les pasará lo mismo. Ir a un parque y jugar al fútbol. Contemplar un atardecer fuera de casa. Valora la posibilidad de estudiar y recibir una formación. Porque él, como tantos otros, solo ha tenido la oportunidad de ir al colegio unos pocos años. «Mis padres no podían pagar más la escuela». Agradece poder acceder al médico y seguir el tratamiento hasta curarse.
Pero no olvida sus raíces. A él, como a sus amigos, se le ilumina el rostro al hablar de su localidad. Enseña orgulloso imágenes de su familia, reuniones con amigos, el día a día. Le gusta enseñar palabras en su lengua natal. Habla de costumbres y platos de comida típicos. Y sueña, como todos, con volver.
Al escucharles y convivir cerca de ellos valoro su valentía, resiliencia, adaptación. Su capacidad de compartir con profundidad y sencillez. Sus ganas de aprender y de formar parte de esta sociedad como uno más. Es verdad eso de que en los más humildes y sencillos se puede ver, con toda claridad, la imagen de Dios. Siento cierto pánico y vergüenza si estas líneas llegasen a generar en quien las lea pena, paternalismo o incluso indiferencia. Ojalá pudiese trasmitir admiración ante su capacidad de empezar, una y otra vez. Profundo respeto por sus culturas. Deseo de aprender de sus experiencias. Y tanto que no cabe en estas líneas.