Querido hijo - Alfa y Omega

Escribo para hablarte de tu papá. Siento una gran admiración por él. Cuando seas más mayor seguirás acordándote de momentos a su lado. O conservarás una vaga imagen de su rostro y de su voz. Quizá te preguntes cómo hubiera sido una infancia junto a él. Quiero que sepas que siempre estuvo a tu lado. No hubo un solo día en el que no pensara en ti. Tú fuiste quien le animaba cada mañana para levantarse de la cama. Aunque hubiese días que le costase encontrar sentido a lo que estaba viviendo. Aprendió castellano gracias a ti. Horas de clase que le recordaban tu corto paso por la escuela. Días repitiendo palabras, semanas sin entender nada. Tengo que confesarte que alguna vez se cansó, pero nunca llegó a tirar la toalla.

Los primeros días tras su llegada a uno de nuestros pisos comía poco. Arroz y pollo. A veces, unas patatas para cenar. Por la mañana, café. Y durante el día, algún que otro té. Cocinaba bien. Nos agradecía todo lo que hacíamos por él. Pero no soportaba estar en mejores condiciones que vosotros. Él había arriesgado mucho para venir y su único objetivo era poder trabajar para enviaros el dinero que necesitabais.

Una de las primeras cosas que nos enseñó, aunque teníamos dificultad para comunicarnos, fue tu foto. Y la de tus hermanas y hermanos. Te vimos con tu madre, con tus abuelos. Dentro y fuera de casa. En días de fiesta y trabajando. Quería que, con el tiempo, fuéramos con él a tu país. Para conocerte. Te hablaríamos de España. Él nos enseñaría vuestra impresionante cultura. Y te contaría que aquí todas las calles están asfaltadas, que puedes caminar sin temer por tu vida o que te roben, que los niños van a la escuela hasta que son mayores. Y que está lleno de perros. Tu papá está muy asombrado con esto.

Creo que es una de las personas más valientes que conozco. Cruzó varios países hasta llegar a España. A pie, en autobús o en camión. Trabajaba en cada lugar al que llegaba para ganar algo de dinero con el que seguir el viaje. En la construcción, descargando, ayudando en el mercado. Tuvo que cruzar el mar en una lancha de goma. Varios días a la deriva hasta que Salvamento Marítimo le rescató. Dice que no tuvo miedo. Pero no habla mucho sobre eso.

¿Te imaginas todo lo que os quiere para hacer esto? No existe ningún superhéroe que pueda igualarlo. Aunque, pensándolo bien, ojalá no tuviéramos que hablar de él como un héroe. Sólo como un papá que vivió junto a su familia en el lugar que le vio nacer.