«Recibí a un obispo, despedí a un amigo» - Alfa y Omega

«Recibí a un obispo, despedí a un amigo»

Desde hace dos años, los cuatro obispos auxiliares de Madrid están realizando una visita pastoral continuada para conocer la realidad de parroquias, colegios, hospitales y comunidades religiosas de todo el territorio diocesano

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Los niños de la parroquia Santa Catalina Labouré saludan a Jesús Vidal el 30 de octubre. Foto: Luis Merayo

«Estamos siendo testigos de la variedad de la diócesis, de toda la riqueza de carismas que tenemos, y eso nos está permitiendo palpar la catolicidad de nuestra Iglesia», afirma Jesús Vidal acerca de las visitas pastorales que están realizando él y los otros obispos auxiliares, José Cobo, Juan Antonio Martínez Camino, SJ, y Santos Montoya, por toda la diócesis desde hace dos años.

Cobo, que en sus visitas está conociendo la Vicaría V, constata en esta iniciativa «la inmensa necesidad que tenemos unos de otros, el deseo que tenemos de abrazarnos todas las comunidades y de caminar juntos». Además, los encuentros en los barrios y pueblos son «una riqueza que nos ayudará a atinar con los retos que tenemos como Iglesia, no solo en las parroquias, sino en toda la diócesis».

En las visitas «le estamos diciendo a cada parroquia: “No estás sola, formas parte de una red de parroquias a tu alrededor”», señala Montoya, inmerso ahora en su recorrido por la Vicaría VII. «El Señor no quiere parroquias autosuficientes, sino que se entreguen a las demás y al vecindario más inmediato», abunda.

En este sentido, la Iglesia en Madrid es «un lugar de encuentro y de comunión en el que se trabaja en red», dice Montoya, que en sus visitas por los pueblos de la sierra ha podido saludar a políticos de diferentes partidos, y ha comprobado cómo las parroquias colaboran con los ayuntamientos y con todo tipo de asociaciones y ONG. Esto es un activo «en este momento de tanta polarización en la sociedad». «Aunque cada uno tenga sus ideas, la gente sabe que la Iglesia trabaja codo a codo con la gente», tanto en lo social —«ya quisiera el INEM tener los índices de colocación de muchas parroquias»— como en lo espiritual, pues «en estos tiempos de tanto bullicio la parroquia es un lugar abierto para encontrar el silencio que necesitamos».

Vidal está terminando estos días su visita a la Vicaría VI, y se muestra también sorprendido por «la inmensa implantación de la Iglesia» dentro de nuestro territorio: «si lo miras en Google Maps compruebas que todo Madrid está lleno de puntos de la Iglesia, que en medio de cada barrio se hace visible a través de la parroquia». Y aquí valora especialmente la labor de tantos religiosos y religiosas, «que han implantado la Iglesia en muchos barrios. Muchos llegaron hace décadas a zonas que entonces eran solo barro. Su testimonio es una preciosidad».

«Enorme sed de Eucaristía»

En estos dos años ha habido tiempo para anécdotas de todo tipo. Los obispos auxiliares de Madrid destacan sobre todo las preguntas de los niños en colegios y parroquias —«¿Qué se siente al ser semifamoso?», le dijo uno a Santos Montoya—. Y Vidal añade el detalle de un sacerdote que, al acabar una visita, le dijo: «Al llegar recibí a un obispo, pero después de esta semana despido a un amigo». Y también valora la gratitud del director de una escuela pública, testigo de la ayuda que prestaba la Cáritas parroquial a muchos padres y madres de sus alumnos.

El confinamiento supuso un parón a estas visitas, y si al principio «nos tocó mucho el miedo y la perplejidad por lo que estaba pasando», para José Cobo retomar la iniciativa «nos ha permitido volver a reconocer lo fundamental: la presencia de Jesús entre nosotros. Hemos comprobado una enorme sed de Eucaristía».

Además, los efectos de la pandemia «nos han hecho más conscientes de la necesidad que tenemos de encontrarnos», asegura Cobo, y de «la gratificante experiencia de que la Iglesia no cierra; está mostrando una sorprendente creatividad que nos hace responder con efectividad a las nuevas situaciones que se nos presentan».

En definitiva, pese al temor que pueda existir, los fieles madrileños tienen «una inmensa sed de Dios», confirma Vidal. «La gente necesita a Jesucristo y necesita que su parroquia esté abierta».