«¿Quién nos moverá la piedra del sepulcro?», se pregunta Francisco en la Vigilia Pascual - Alfa y Omega

«¿Quién nos moverá la piedra del sepulcro?», se pregunta Francisco en la Vigilia Pascual

Durante la celebración ha bautizado a ocho adultos: cuatro italianos, dos coreanos, un japonés y una albanesa que reciben también la Primera Comunión y la Confirmación

Redacción
El Papa con el cirio pascual durante la vigilia
El Papa con el cirio pascual durante la vigilia. Foto: CNS photo / Lola Gomez.

El Papa, durante su homilía de la Vigilia Pascual del sábado 30 de marzo, ha meditado sobre el significado de las piedras de la muerte que oprimen nuestras almas y ha pedido a los presentes levantar los ojos a Jesús resucitado para sacar esperanza de los escombros del fracaso. Ante los 6.000 fieles que han acudido al acto en la basílica de San Pedro, Francisco ha criticado los muros del egoísmo y de la indiferencia y ha lamentado que las aspiraciones de paz se vean «rotas por la crueldad del odio y la ferocidad de la guerra». Durante la celebración, además, ha bautizado a ocho adultos: cuatro italianos, dos coreanos, un japonés y una albanesa que reciben también la Primera Comunión y la Confirmación.

«Las mujeres van al sepulcro a la luz del amanecer, pero dentro de sí llevan aún la oscuridad de la noche». Con esta frase ha iniciado Francisco la homilía de la vigilia, en la que han participado 34 cardenales, 25 obispos y 200 sacerdotes. La vista de aquellas mujeres está nublada por las lágrimas del Viernes Santo, se encuentran inmovilizadas por el dolor, encerradas en la sensación de que se ha terminado todo, y que el acontecimiento de Jesús ha sido ya sellado con una piedra. «Y es precisamente la piedra la que está en el centro de sus pensamientos». Pero después ven que la piedra se ha movido.

El Papa se ha referido a la pregunta que abruma el corazón de aquellas mujeres: «¿Quién nos moverá la piedra del sepulcro?». Esto nos puede suceder también a nosotros, ha advertido, puesto que «a veces sentimos que una lápida ha sido colocada pesadamente en la entrada de nuestro corazón, sofocando la vida, apagando la confianza, encerrándonos en el sepulcro de los miedos y de las amarguras, bloqueando el camino hacia la alegría y la esperanza». A esto lo ha llamado «escollos de la muerte» y observa que los encontramos, a lo largo del camino, en todas las experiencias y situaciones que nos roban el entusiasmo y la fuerza para seguir adelante, como «los sufrimientos que nos asaltan y en la muerte de nuestros seres queridos», «los fracasos y los miedos que nos impiden realizar el bien que deseamos» o «las cerrazones que frenan nuestros impulsos de generosidad y no nos permiten abrirnos al amor». Además, se manifiestan «en los muros del egoísmo y de la indiferencia» y «en todos los anhelos de paz quebrantados por la crueldad del odio y la ferocidad de la guerra».

Sin embargo, aquellas mismas mujeres que tenían la oscuridad en el corazón «testifican algo extraordinario: al mirar, vieron que la piedra había sido movida; y eso que era una piedra muy grande». Es la Pascua de Cristo, «el triunfo de la luz sobre las tinieblas, el renacimiento de la esperanza entre los escombros del fracaso. Es el Señor, Dios de lo imposible que, para siempre, hizo correr la piedra y comenzó a abrir nuestros sepulcros, para que la esperanza no tenga fin».