¿Quién enseña a consolar? - Alfa y Omega

Hace unos días presentamos en Helsinki el Atlas de Cuidados Paliativos en Europa 2025. Más de 200 expertos de 56 países hemos colaborado para dar forma al retrato más completo hasta la fecha sobre esta atención esencial. El dato que más me duele  es que en más de la mitad de los países no se enseña a los futuros médicos y enfermeras a atender al enfermo grave cuando ya no se puede curar. ¿Quién les enseñará a acompañar, a consolar, a estar? ¿Dónde aprenderán que, cuando no hay tratamiento posible, sigue teniendo un valor inmenso la presencia?

He tenido la suerte de enseñar cuidados paliativos a cientos de alumnos de Medicina. Y he descubierto algo que me conmueve: los estudiantes no solo lo agradecen; lo necesitan. Lo buscan. Antes de un examen oral le pregunté a una alumna: «¿Cómo ha sido tu experiencia en la asignatura?». Me respondió: «Me ha recordado por qué quise estudiar Medicina. Después de años de carrera, en los que todo se vuelve técnico y exigente, esta asignatura me ha devuelto el sentido. Me ha hecho pensar en cómo escucho, en cómo estoy presente para el otro. Me ha marcado profundamente saber que, aunque no pueda curar, estar con el paciente tiene un valor terapéutico». Otro me escribió después del examen: «La asignatura me ha gustado mucho. Aporta una visión humana muy necesaria y da un giro total a lo que creía que eran los paliativos».

Y otro, al acabar la carrera, se despidió con estas palabras: «Pensaba que sería una asignatura cliché. Pero me sorprendió. Dar nombre a los pacientes, contar sus historias, mirar más allá de la teoría cambió mi forma de ver la medicina. Me ayudó a entender que, a veces, lo más importante no es si vas a curar, sino aliviar, acompañar, consolar». En la graduación de este año, el representante de los estudiantes recordaba una frase que habíamos compartido en clase: «Y si no puedo curarte, me quedo contigo». Resume todo lo que significa esta parte de la medicina: presencia, dignidad, humanidad.

Volviendo al Atlas, el problema no es solo la educación. Es también el acceso. Más de cuatro millones de personas mueren cada año en Europa con sufrimiento grave relacionado con la salud. Solo 15 países tienen una estrategia nacional para paliativos. Solo nueve una ley específica. Hay más de 7.000 servicios, sí; pero mal repartidos y aún muy lejos del estándar recomendado.

En España, solo el 43 % de las universidades ofrece esta formación, lo que deja a muchos futuros médicos sin esta preparación esencial. En cuanto a los servicios especializados, el Atlas registra 463, una mejora respecto a estudios anteriores, pero aún por debajo del estándar mínimo recomendado: seguimos con menos de un servicio por cada 100.000 habitantes, cuando lo ideal sería al menos el doble. Además, aún no hay una ley nacional ni una estrategia actualizada que garantice su integración en el sistema sanitario. Mientras tanto, cada año 200.000 personas mueren en nuestro país con sufrimiento evitable. ¿Podemos permitirnos el lujo de no actuar?

En tiempos en los que la medicina avanza a velocidad de vértigo, enseñar a acompañar en el sufrimiento se ha vuelto urgente. No hay técnica que reemplace el consuelo de una presencia. Por eso, formar en paliativos no es un lujo. Es una necesidad ética, médica y profundamente humana. En las universidades, en los hospitales, en la política sanitaria, necesitamos recuperar lo más básico: atender y consolar. Porque ahí comienza el verdadero cuidado.

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