¿Qué serían las diócesis sin los religiosos?
¿Se han preguntado qué serían sus diócesis sin la presencia de los religiosos y las religiosas y de sus obras?: es lo que pregunta habitualmente el Papa Francisco a los obispos en las visitas ad limina. Resaltar el valor de los religiosos en la vida de la Iglesia en todo el mundo es uno de los propósitos del Año de la Vida Consagrada.
En España, la Comisión episcopal para la Vida Consagrada y la Comisión de Obispos y Superiores Mayores, de la Conferencia Episcopal Española, han acordado organizar una única iniciativa conjunta: se realizará en Madrid el sábado 3 y el domingo 4 de octubre de 2015, en un evento que quiere ser «signo y expresión de la comunión que vivimos y testimonio ante el pueblo de Dios de la belleza de la consagración y la misión evangelizadora de la Iglesia», han señalado en un comunicado.
La inauguración del Año de la Vida Consagrada ha tenido lugar solemnemente en numerosas diócesis españolas. Así, el cardenal Cañizares, arzobispo de Valencia, ha pedido «conocer más y mejor el don inmenso que ha concedido Dios a la Humanidad que es la vida consagrada, porque no se conoce suficientemente y quizás no se le ama y aprecia como debiera serlo». También el cardenal Martínez Sistach, arzobispo de Barcelona, ha pedido «estimar este don de Dios para la Iglesia y para el mundo: los hombres y las mujeres que, por amor a Dios y a los hermanos, viven más radicalmente la exigencia del Bautismo y siguen radicalmente a Jesús en la castidad, la pobreza, la obediencia y la vida en común».
Y monseñor Demetrio Fernández, obispo de Córdoba, ha contado, en su última carta pastoral, una anécdota representativa: «Una líder política de nuestros días pensaba que la religión era el opio del pueblo, hasta que vio que su hijo enganchado a la droga fue desenredado por unas personas consagradas a Dios en la vida religiosa. El cariño de estas personas, su paciencia, su perseverancia en el amor hizo que aquel joven fuera reconstruyéndose desde dentro, y hoy sea un hombre nuevo. Su madre, que pensaba que la religión era el opio del pueblo, constató que la religión sacó a su hijo del opio de la droga».