«Que Palestina e Israel sean dos estados libres y con buenas relaciones»
Francisco se adentra en las virtudes teologales en su catequesis semanal y pide rezar por «la martirizada Ucrania» y por «el fin de la guerra» en Oriente Medio
«Recemos por Oriente Medio y por Gaza, donde se sufre tanto en la guerra», ha dicho el Papa Francisco durante la audiencia general de este miércoles. El Pontífice ha pedido en este sentido orar «por Palestina e Israel, que sean dos estados libres y con buenas relaciones». Y también ha tenido un pensamiento para «la martirizada Ucrania», así como para Myanmar «y tantos países que están en guerra». Esta es siempre «una derrota», pues «los únicos que ganan con las guerras son los fabricantes de armas», ha denunciado.
Momentos antes, ya en el contexto de su catequesis semanal, ha señalado que «el patrimonio de la humanidad no ha sido sustituido por el cristianismo, sino que ha sido enfocado, potenciado, purificado e integrado». En las últimas semanas el Pontífice ha reflexionado sobre las virtudes cardinales de la prudencia, justicia, fortaleza y templanza, «que pertenecen a una sabiduría muy antigua, anterior incluso al cristianismo». A partir de ahora comienza una serie de intervenciones sobre las virtudes teologales.
«La honestidad ya se predicaba antes de Cristo como deber cívico, la sabiduría como norma de actuación, la valentía como ingrediente fundamental de una vida que tiende al bien y la moderación como medida necesaria para no dejarse arrollar por los excesos», ha recordado el Papa. Eso muestra que «en el corazón de cada hombre y de cada mujer» existe «la capacidad de buscar el bien», ha añadido.
Lo particular de la religión cristiana es la acción del Espíritu Santo, «que se da para que quien lo recibe pueda distinguir claramente el bien del mal y tenga la fuerza de adherirse al bien rehuyendo el mal». Al hacerlo, esto permite «la plena realización de sí mismo». Esta «asistencia especial» del Espíritu de Jesucristo en los cristianos se concreta en el don de otras tres virtudes que caracterizan la vida de los creyentes: la fe, la esperanza y la caridad.
«Los escritores cristianos las llamaron pronto virtudes teologales», ha explicado Francisco, pues «se reciben y se viven en relación con Dios, para diferenciarlas de las otras llamadas cardinales, que constituyen el gozne de una vida buena». Tanto unas como otras componen «un maravilloso septenario» que a menudo se contrapone a la lista de los siete pecados capitales.
El Papa ha recordado el catecismo de la Iglesia católica cuando, al definir la acción de las virtudes teologales, señala que «fundan, animan y caracterizan el obrar moral del cristiano», al mismo tiempo que «vivifican todas las virtudes morales». De este modo, las virtudes cardinales «corren el riesgo de generar hombres y mujeres heroicos que hacen el bien, pero que actúan solos, aislados». En cambio, las virtudes teologales apuntan a «la existencia vivida en el Espíritu Santo».
Gracias a ello, «el cristiano nunca está solo» y si hace el bien «no es por un esfuerzo titánico de compromiso personal, sino porque, como humilde discípulo, camina detrás del maestro Jesús. Él va delante en nuestro camino». En este sentido, las virtudes teologales «son el gran antídoto contra la autosuficiencia», pues muchas veces «hombres y mujeres moralmente irreprochables corren el riesgo de volverse presuntuosos y arrogantes a los ojos de quienes los conocen».
«La soberbia es un veneno poderoso: basta una gota para echar a perder toda una vida marcada por el bien», ha explicado el Pontífice. Por este motivo, «una persona puede haber realizado innumerables obras buenas, pero si ha hecho todo esto solo para exaltarse a sí misma, ¿puede considerarse una persona virtuosa?», se ha interrogado, denunciando «esa presencia a veces demasiado dominante que es nuestro ego».
De este modo, las virtudes teologales son de gran ayuda «especialmente en los momentos de caída, porque incluso quienes tienen buenas intenciones morales a veces caen». Por ejemplo, «la inteligencia no siempre es lúcida, la voluntad no siempre es firme, las pasiones no siempre se gobiernan, la valentía no siempre vence al miedo», ha explicado. En cambio, «si abrimos nuestro corazón al Espíritu Santo, Él reaviva en nosotros las virtudes teologales: si hemos perdido la confianza, Dios nos reabre a la fe; si estamos desanimados, Dios despierta en nosotros la esperanza; si nuestro corazón está endurecido, Dios lo enternece con su amor», ha concluido el Santo Padre.