La Puebla de Almoradiel se vuelca con los jóvenes migrantes - Alfa y Omega

La Puebla de Almoradiel se vuelca con los jóvenes migrantes

Animados por una jubilada, este pequeño pueblo toledano les ha donado una casa, ropa y alimentos

Winnie
La casa donde viven los chavales, prestada por un matrimonio del pueblo. Foto: Winnie.

La cristalera del salón de Emilia Lozano da al Centro de Primera Acogida Hortaleza, donde viven menores tutelados por la Comunidad de Madrid. Emilia tiene 69 años y ella y su marido están jubilados. Antes de que la pandemia pusiera de moda los paseos, el matrimonio ya recorría su barrio. Fue en sus paseos cuando conocieron a los chavales, menores extranjeros no acompañados, que solía haber a las puertas del centro esperando para volver a entrar –normalmente tienen que pasar varias horas al día fuera–. Charlaban y caminaban juntos. Un día de invierno de 2019, Emilia se encontró con sus nuevos amigos.

—¿Qué hacéis aquí con el frío que hace? —les preguntó.

—No tenemos dónde estar —le respondieron.

Emilia se los llevó a casa a merendar. Llegó Navidad y se le ocurrió hacer una fiesta en su casa con los chicos. «Aquello fue divino, 15 vinieron», recuerda entusiasmada. «Desde entones ya tenían su rutina de subir y bajar, esto era como su casa. Ahí sentí que estos chicos tienen necesidad de un hogar».

Según datos del Defensor del Pueblo del 31 de diciembre de 2020, en España había entonces 9.030 menores extranjeros no acompañados.

Emilia Lozano, fundadora de Somos Acogida y responsable del proyecto en La Puebla de Almoradiel. Foto: Winnie.

Ocio y formación

Emilia se alió con un grupo de vecinos de Hortaleza y crearon la asociación Somos Acogida. Es una asociación pequeña con pocos recursos, actualmente son 60 socios. A través de Somos Acogida empezaron a organizar actividades para los chavales; como les gustaba el fútbol, hablaron con los equipos del distrito y empezaron a jugar. También llegaron a un acuerdo –que se mantiene hoy– con Espacio Pegaso, una asociación cultural del barrio que les presta el sitio para dar clases de español e informática. También empezaron los paseos más allá del barrio: los fines de semana van a distintos museos, al Retiro, al Madrid de los Austrias. «Nos la jugamos con estos planes, sabemos que no lo estamos haciendo bien porque son menores, pero es que el centro nunca se preocupó y no nos dan opción de pedirles permiso», denuncia Emilia. «Yo hago todo esto porque así los chavales sienten que le importan a alguien, se sienten humanos».

Al tratarse de menores no hubo que esperar mucho para que llegara la temida situación de cumplir los 18 años. Uno de los chicos de Emilia estaba asustado, se acercaba su cumpleaños y ni el centro ni nadie le daba ninguna opción. El día que cumplió los 18 le dijeron en el centro que ya no podía dormir allí. Era julio y Emilia le aseguró que no se iba a quedar en la calle, que se fuera al pueblo con ella y su marido. El pueblo es La Puebla de Almoradiel, donde nació y vivió Emilia hasta los 17 años, cuando se trasladó a Madrid para trabajar.

Bicicletas donadas a los chicos por los vecinos. Foto: Winnie.

El poder de las ondas

«Un día volvió mi marido de pasear por el pueblo y dijo: “¡La de casas vacías que hay!”», recuerda Emilia. Fue entonces cuando se les ocurrió hacer algo allí. Emilia se plantó en la emisora de radio local para contar la situación. El efecto de las ondas fue casi milagroso y un matrimonio apareció con las llaves de su casa: tenían una segunda vivienda en el pueblo –ellos viven en otra casa– que había estado alquilada y ahora estaba vacía. Tenían la casa, ahora solo había que ponerla a punto: limpiarla, cambiar la instalación eléctrica, amueblarla, pintarla, alicatarla, etc.

El pueblo se volcó y entre todos pusieron en marcha el hogar. Los vecinos trabajaron voluntariamente y donaron todos los materiales, empezando por el préstamo que el matrimonio ha hecho de su casa. Desde la primavera pasada está habitada por chavales mayores de edad que no tenían a dónde ir. El compromiso del pueblo se mantiene a día a hoy: les dan comida –la panadera les da pan todos los días, por ejemplo–, ropa, dan dinero a Somos Acogida para pagar la luz o el agua, organizan eventos como uno montado por las amas de casa que prepararon chocolate para vender y donaron todo el dinero al proyecto…

Ahora hay cinco chavales en la casa y tres de ellos ya están trabajando en el campo con los agricultores de la zona. Los chicos viven solos y cuentan con el apoyo de Fátima, voluntaria de Somos Acogida. Fátima los ayuda en todos los papeles que tienen que hacer, los acompaña al médico, los visita a diario, participa en sus asambleas semanales, donde hablan sobre cómo ha ido su semana: qué tal el trabajo, la convivencia en casa, los amigos, etc. Los chavales tienen un mes de prueba y firman un contrato con una serie de normas que tienen que cumplir. En la casa pueden estar un año prorrogable.

«Los chicos aportan mucho al pueblo, desde mano de obra que se necesita hasta que aumente el padrón, que está más bajo que nunca, con 5.070 habitantes», defiende Emilia. «Seguro que en el pueblo hay gente a la que no le gusta esto, pero es una minoría. La lección que mi pueblo está dando de solidaridad… No tengo palabras para tanto agradecimiento, nunca imaginé que mi pueblo fuese a reaccionar así».

Como una piña

Yassin Fartan tiene 20 años y es de Castillejos (Marruecos). Vino a España buscando un futuro mejor y vive en la casa de La Puebla de Almoradiel. «Para organizarnos cada semana tenemos un cuadrante con lo que debes hacer de limpieza y esas cosas», explica. «Tenemos unas normas que son el respeto entre nosotros, no juzgar –no importa si eres cristiano, musulmán, lo que sea–, no fumar dentro de la casa y ayudarnos el uno al otro: ser una piña. Mis compañeros son mi familia», dice contento.

«La gente de aquí es maravillosa. Tengo amigos y ¡novia!», asevera riéndose. «Estoy muy a gusto, es casi como si fuera mi pueblo». Yassin está trabajando en el campo; hay otros trabajos que le gustan más, pero está encantado con tal de no estar sentado y poder enviar dinero a casa. «Quien quiera nuestra ayuda se la damos, como ellos nos la dan a nosotros. Ayudamos al banco de alimentos a colocar cosas, para lo de la reina del pueblo ayudamos a pintar la calle con flores… y muchas cosas más», detalla Yassin. «Sin Emilia no estaríamos aquí», concluye emocionado.