Pizzaballa pide a la Iglesia de Jerusalén trascender muros y construir una paz continuamente traicionada - Alfa y Omega

Pizzaballa pide a la Iglesia de Jerusalén trascender muros y construir una paz continuamente traicionada

En su primera Misa patriarcal en el Santo Sepulcro, instó a «ser una Iglesia unida sin fronteras, siempre acogedora, capaz de crecer y amar en la diversidad»

Redacción
Foto: Patriarcado Latino de Jerusalén

Después de la solemne entrada en el Santo Sepulcro ya como patriarca latino de Jerusalén, acaecida este viernes en una celebración marcada por la ausencia de fieles debido a la COVID-19, Pierbattista Pizzaballa presidió este sábado su primera Misa patriarcal en el interior de la basílica.

Durante la homilía, el nuevo patriarca instó a la Iglesia de Jerusalén a ser «una Iglesia que trascienda muros y puertas cerradas» y que «crea, anuncie y construya la paz». Pero no cualquier paz. «Lamentablemente, hemos visto demasiadas veces anuncios de paz que han sido traicionados», subrayó el patriarca. La Iglesia tendrá que construir la paz como «fruto del Espíritu Santo; un fruto que da vida y confianza, siempre renovador y nunca cansado».

El nuevo patriarca también pidió «no medir nuestra vocación eclesial por nuestros miedos personales o colectivos», sino «ver la realidad eclesial de Jerusalén, de nuestra Iglesia, a la luz del encuentro con el Señor Resucitado». Es cierto, somos la Iglesia del Calvario, aseguró, pero Cristo en el calvario «no es solo un redentor que sufre, sino también un redentor amoroso y perdonador». En este sentido, definió a la Iglesia de Jerusalén como «la Iglesia del amor», que «sabe perdonar y siempre vivifica sin condiciones».

Asimismo, Pierbattista Pizzaballa aludió durante su homilía al Espíritu de Pentecostés para expresar su deseo de «ser una Iglesia unida sin fronteras, siempre acogedora, capaz de crecer y amar en la diversidad». Una diversidad muy presente en Tierra Santa, incluso dentro de la propia Iglesia, que «nos llama a ser cada vez más extrovertidos, acogedores, abiertos a los demás».

Somos una Iglesia numéricamente pequeña, concluyó, pero «eso es parte de nuestra identidad y no hay necesidad de drama». Al contrario, «tal condición nos recuerda que no existimos para nosotros mismos, sino que debemos entablar relaciones con todos los que conocemos, y nos anima a ser proactivos, especialmente con las personas y las religiones que se encuentran en nuestra tierra: cristianos, musulmanes, judíos y drusos».