Se llama Piotr, o sea, Pedro. Ha empezado a venir a la parroquia hace poco. En realidad, es grecocatólico, pero en Múrmansk no distinguimos. Tiene un montón de preguntas, como muchos de los conversos. Participaba en la liturgia ortodoxa, pero allí no le respondían como quería, y no le hacían mucho caso. Ahora participa con nosotros, y ve todo de otra manera.
Escribo sobre él porque hace poco se confesó. Había oído a algunos de mis hermanos claretianos mayores que, en ocasiones, al confesar, te encuentras con gente que te da mil vueltas en la vida espiritual. Como aquella señora que le dijo a mi maestro de novicios: «No sé rezar, solo le digo a Dios: “Yo soy el tocino y Tú el cuchillo, corta por donde quieras”». Por ejemplo.
Hablando con Piotr, me di cuenta de hasta qué punto para algunas personas es importante Dios en su vida. Puede que él no sepa mucho de teología, y no se haya aprendido todavía del todo el ordo de la Misa católica, pero siente que Dios ha estado, está y estará siempre a su lado en la vida. E intenta vivir según ese sentimiento. O según esa certeza. Casi nada. A gente así, cuando le tengo que poner una penitencia, me dan ganas de decirle: «Gracias por creer de esta manera». Y pedirle que siga por ese camino de confianza en Dios.
Ojalá haya muchos Pedros en nuestras parroquias. Gente que se cree de verdad eso de que Dios se hizo hombre, para que nosotros pudiéramos ser hijos de Dios. Un regalo al que no se puede corresponder. Si acaso, solo con amor, ya que «Amor con amor se paga».
En Múrmansk también hemos celebrado la Semana Santa. Para Piotr fue la primera vez en nuestro templo. Solemos acoger bien a los nuevos. Algunos se han quedado porque se han sentido bien recibidos cuando han entrado en la iglesia por primera vez. El Domingo de Pascua, después de la Misa, nos juntamos para celebrar, alrededor de la mesa, que Jesús ha resucitado. Este año, Piotr estaba con nosotros. Feliz Pascua de Resurrección.