Nos están arreglando la calle Dostoévskovo. Es una de las calles desde la que se accede al templo. A alguien le ha debido de parecer que hacía falta y, desde el 1 de mayo, estamos de obras. Has levantado el asfalto (que habíamos puesto nosotros, cuando construimos el templo) y van a hacer nuevas también las aceras.
¿Y por qué hablo del arreglo de la calle? Porque los obreros que están haciendo la obra han resultado ser armenios. Es una Iglesia oriental católica que sigue el rito armenio, y usa como lenguaje litúrgico el idioma armenio. En San Petersburgo, en la avenida Nevskiy, al lado de la basílica de Santa Catalina de Alejandría (católica), se alza la iglesia de Santa Catalina (armenia). Con ortodoxos y luteranos tienen los peterburgueses una avenida muy interconfesional.
A lo que voy, que me desvío. Los obreros armenios, en cuanto ven la iglesia abierta y el trabajo se lo permite, entran en el templo, se descubren y, después de encender alguna velita, se van a la figura de la Virgen de Fátima y, delante de ella, oran un rato largo; quién de pie, quién de rodillas. Con las manos extendidas, en voz alta (en ruso no, en armenio) rezan.
El primer día, cuando entraron, me pidieron permiso, y uno de ellos dijo una frase que me impactó: «No puedo ver una iglesia sin entrar a rezar a la Virgen». Cuántas veces en España pasamos por delante de iglesias abiertas, y no hacemos ni intención de entrar a saludar al Señor o rezarle a la Madre. Siempre se puede aprender de los sencillos.
Otrosí digo, que se alegraron mucho de que fuera una iglesia católica (de rito latino), porque así se sienten cercanos a lo suyo. Como fieles al Papa, en nuestro templo están a gusto. No les extraña ver el retrato de Francisco a la entrada. El final de la obra está previsto el 31 de agosto. Eso quiere decir que nos seguiremos viendo. Espero que trabajen con la misma intensidad con la que rezan. La calle Dostoévskovo quedará perfecta, entonces.