Personas sin hogar: «Cuanto mayor se hace uno, peor se pasa, porque piensas que ya siempre va a ser así» - Alfa y Omega

Personas sin hogar: «Cuanto mayor se hace uno, peor se pasa, porque piensas que ya siempre va a ser así»

Begoña Aragoneses
Fotos: Begoña Aragoneses.

Cáritas Diocesana de Madrid ha presentado este jueves, 27 de octubre, la Campaña de Personas sin Hogar, que este año cumple su 30 edición con el lema Fuera de cobertura. En coordinación con otras entidades integrantes de la Red FACIAM, la iniciativa pone de relieve las caras del sinhogarismo, que se corresponden cada vez más con jóvenes y mujeres. Los primeros representan el 30 % de las personas acompañadas por FACIAM, y las segundas, el 25 %. De ellas, ocho de cada diez presentan elevados niveles de malestar psicológico.

Kimberly es joven y mujer. Tiene 22 años y llegó a Madrid hace tres desde su Perú natal. Se vio en la calle con su madre y su hermano pequeño, de 2 años, que además está enfermo. «En mi país era enfermera; aquí he sufrido malos tratos, discriminación…». Ahora vive en un piso compartido de Cáritas Diocesana de Madrid y está tramitando la residencia como estudiante para poder cumplir su sueño de estudiar Medicina. La joven saca la fuerza del amor a su madre y a su hermano. «Él no ha tenido una familia con cariño como yo». Además, «con fe todo esto es muy diferente; tienes que ser fuerte por las personas que amas. Esto es una experiencia fea, pero vamos a salir con la ayuda de Dios y de la familia».

El tercer parámetro destacado en esta campaña, relacionado con la inestabilidad emocional, lo ha vivido Sonia. Psicóloga de origen venezolano, llegó a Madrid en 2019 para cursar un doctorado. El confinamiento de marzo de 2020 dio al traste con todo. «Llegué con planes ideales y pasé al otro lado de la orilla del río». Sola y sin ahorros, no podía pagar el alquiler ni tampoco volver a su país. Tocó fondo y cayó en una depresión. Llegó a verse durmiendo en la calle, hasta que surge ante ella la posibilidad de acudir al centro de noche CEDIA Mujer. Actualmente vive en un piso facilitado por Cáritas Diocesana, y está realizando un voluntariado para «devolver lo que me han dado, que ha sido mucho». De hecho, lo empezó en la pandemia, llevando comida a casa de enfermos de COVID. «El voluntariado me permitió de alguna forma contrarrestar lo que estaba viviendo».

Necesidad de «desbrozar» el camino administrativo

La situación de Sonia ejemplifica una de las advertencias lanzadas en la campaña de este año: crecen los problemas de salud mental ante una realidad en la que no solo se encuadran aquellos que no tienen una casa en la que vivir. Si bien es cierto que desde 2012 se ha incrementado un 24,5 % el número de personas que han perdido su vivienda, «no tener un hogar va más allá de no tener techo», señalan los convocantes. Según datos del informe FOESSA de cohesión social de este 2022, uno de cada cinco hogares sufre exclusión residencial. Además, quienes no tienen vivienda se quedan fuera de todo: sin conexión social o familiar, sin cobertura sanitaria, social o legal, y sin acceso a la trabajo, la cultura o la educación.

Susana Hernández, presidenta de FACIAM, ha señalado la necesidad de «conocer la realidad del sinhogarismo» para no estigmatizar, y por otro lado, la urgencia de facilitar recursos a las personas y familias que se encuentren en esta situación, entre otras, vivienda social asequible y facilidad en los trámites documentales para los migrantes.

El administrativo es sin duda uno de los grandes inconvenientes detectados por las entidades sociales. Tanto, que llegan a generar situaciones como la que nos describe Rubén, educador del Centro de Día de Alcobendas. «Hay todo un negocio en torno a las citas de Extranjería», asegura. Como son muy pocas las que dan cada día, y las personas sin hogar muchas veces no tienen acceso a internet o tienen dificultades con el idioma, hay locutorios que les hacen la gestión a cambio de 200 y hasta 300 euros.

Por eso, Hernández asegura que el objetivo es que el sinhogarimo «esté en la mesa de las administraciones públicas y lo tengan en cuenta en sus políticas». Es necesario, añade, «desbrozar ese camino administrativo», porque este es «un problema que, aunque afecta a personas individuales, es social». Así, ha interpelado, «o formamos parte del problema o formamos parte de la solución».

«Queremos dejar de ser invisibles»

La presentación de la campaña se ha completado con una marcha por las personas sin hogar desde Callao hasta Plaza de España, donde se concluido con la lectura de un manifiesto. «Basta un golpe de mala suerte, una pérdida, una desgracia, un bache, una enfermedad, una decisión errónea o un revés del destino —afirmaba— para que las personas en situación de sin hogar nos veamos desplazadas, excluidas, desprotegidas, fuera de cobertura». Carecer de un hogar, continuaba, es «vivir sin afecto», como «si ni fueras humano». Es «ver pasar el tiempo sin oportunidades de salir adelante».

Ante esto, todo el mundo está implicado, porque «dormir en la calle es un fracaso de la sociedad entera». Las personas sin hogar «todavía podemos ofrecer» mucho: «inteligencia para valorar, decisión para trabajar, sentimientos para compartir y la mejor de las voluntades para colaborar y ayudar en comunidad». El manifiesto es un llamamiento a la sensibilidad social: «Estamos entre vosotros, caminamos a vuestro lado, a veces nos sentamos a la vuelta de la esquina, en vuestra misma calle». «Queremos dejar de ser invisibles; queremos que nadie nos dé la espalda».

En la marcha nos encontramos con mujeres como Karima y Berthe, que viven junto a sus maridos e hijos en el residencial Sínodo 2005 de Cáritas Diocesana de Madrid, y que lo único que piden es una oportunidad. «Se te van cerrando puertas, ves que estás ahogado y lo único que quieres es sacar a tus niños adelante», resume la primera.

Unos cuantos grupos por detrás está Alfonso sujetando una de las pancartas que son un llamamiento a la sensibilización social. Este madrileño de 50 años, albañil, lleva tres meses en el Albergue San Martín de Porres por «otro infierno personal, de los muchos que he pasado». Nacido en una familia de once hermanos «con muchos problemas con los padres», ha estado media vida trabajando y otra media en la calle, en la que se ha visto «muchas veces». «Cuanto mayor se hace uno, peor se pasa, porque piensas que ya siempre va a ser así», dice. A pesar de todo, no pierde la esperanza: «Cada uno pone de su parte para salir adelante».