Terenci Moix no prohibió que a su funeral acudiesen políticos del Partido Popular. Eso fue un invento de una amiga sobreactuada, pero Terenci solo despreciaba a los nacionalistas. Con la muerte de Concha Velasco ha estado a punto de ocurrir algo similar, y habría sido tan injusto para Concha como lo fue para Terenci.
Concha, como Moix, tuvo la inteligencia de respetar a todo el que no fuese necio o miserable. Por amor, casualidad, trabajo o por lo que fuere, estuvo tan cerca del franquismo (Sáenz de Heredia) como del comunismo (Juan Diego) y se había decantado por la socialdemocracia, que entonces no convertía al adversario en enemigo. Concha era persona de grandes valores, abierta al diálogo con cualquiera, extraordinariamente inquieta, trabajadora constante y siempre llena de curiosidad por saber lo que no sabía y hacer lo que no había hecho todavía. Estar junto a Concha Velasco, hablar con ella, cenar a su lado, era la garantía de un encuentro con la vitalidad y el entusiasmo. Para cualquier periodista cultural entrevistar a Concha era una de las mejores experiencias posibles; creaba un clima instantáneo de complicidad fruto de una simpatía única y de una profesionalidad que entendía la necesidad de dejarse conocer, aunque en el fondo controlase lo que quería decir y lo que no.
Como actriz ha sido de una versatilidad tan completa que solo Esperanza Roy o Nati Mistral podrían asemejarse. Nadie más ha tenido esa capacidad de transitar por cualquier género y estilo y sobresalir en todos. Es inusual ese magisterio continuado, aunque también es de rigor reconocer la importancia de haber sabido estar acompañada de un hombre tan interesante como Paco Marsó, quien, más allá de problemas conyugales, supo promover la creación de espectáculos consagrados a ella.
Y fue, además, una mujer espiritual y cristiana, que comunicaba sus creencias (y pedía respeto hacia ellas) incluso cuando la moda del descreimiento se adueñó del mundo de la cultura, allí donde se tiende a llamar únicamente Teresa a la primera doctora de la Iglesia. Pero ella no hizo Teresa sino santa Teresa, porque supo que bajar a Dios del cielo (como decía hablando de su personaje) no era para acabar con Él, sino para que nos acompañase. También Concha Velasco, a su modo, ha sido una compañía constante a lo largo de las décadas. Ojalá lo siga siendo. Descanse en paz.