Durante el tiempo de Pascua no es raro encontrarse con alguna representación teatral en el interior de los templos, cuya idoneidad es cuestionada por parte de los fieles. Ahora bien, que se haga teatro en las iglesias no es ninguna novedad, sino una recuperación de tradiciones antiguas, dado que las formas teatrales están vinculadas a los espacios religiosos como una más de las opciones de conocimiento y divulgación de los relatos bíblicos, es decir, lo mismo para lo que en tiempos sirvieron la pintura o la escultura, artes menos cuestionadas. Por ejemplo, en la Iglesia bizantina podemos rastrear representaciones de la vida de la Virgen desde el siglo V, cuando el obispo Proclo mezclaba el misterio de la Encarnación con el componente profano del engaño marital en su Exaltación de la Virgen María. Y algo después, en el año 787, el Concilio de Nicea estudió las escenas pintadas y la representación escénica de la Salvación, utilizando argumentos favorables esgrimidos por el obispo Basilio el Grande en el siglo IV.
En Occidente proliferaron desde el siglo IX las representaciones del misterio de la Pasión, de la Resurrección, de la Encarnación o la anunciación a los pastores, pero si nos remontamos al siglo IV, descubrimos que ya hubo una escena de la adoración de la cruz en la iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén. Después, la visita de las tres Marías al sepulcro el domingo de Pascua dio lugar a un modelo de escenificación llamado Visitatio sepulchri o Quem quaeritis (¿A quién buscáis?), por las palabras que el ángel les dirige. Del siglo X data la manifestación escrita más antigua del Quem quaeritis, redactada por el obispo Aethelwod de Winchester dentro de la Regularis concordia –el documento más importante de la reforma benedictina inglesa– y donde se especifican los movimientos, actitudes y diálogos de los intérpretes. También en España encontramos el Quem quaeritis desde el siglo XI, y del siglo XII data el Auto de los Reyes Magos, misterio de Navidad representado en el interior de la catedral de Toledo, mientras que el Misterio de Elche, que evoca la Asunción, nace en el XV aunque haya tradiciones que lo sitúen en el XIII. En cuanto al Canto de la Sibila mallorquín, no deja de ser otro drama litúrgico medieval que se sigue representando. Permitir que en las iglesias se haga teatro dista de ser una caída en la modernidad.