Al terminar la última película de Sorrentino mi padre salió decepcionado con la trama. En realidad, es algo tan frecuente que tiene que ser buscado: el delicioso uso de la cámara por parte del director napolitano genera unas expectativas que el guion no quiere nunca cumplir. Mientras la cámara nos encanta con belleza, la historia produce el desencantamiento. No hay contradicción, sino la expresión de una experiencia contradictoria del director: transmite su propia desilusión con la forma ilusionante de la belleza; pues, ni todos los destellos de belleza del mundo se hacen cargo de toda la miseria que araña nuestra existencia.
Así, la pretendida deconstrucción del guion cumple la misión de mostrar que las historias humanas están deshilachadas y no se corresponden con el escenario de sobrecogedora hermosura. ¿Hay realmente un plan? Como en nuestra vida, los personajes aparecen y desaparecen, fragmentando la historia. El escritor que representa Gary Oldman es el caso paradigmático. Es, sin duda, el personaje más prometedor de la película. Pero después de unas escenas fascinantes, desaparece sin añadir nada a la acción para no hacernos perder «ni un instante de la juventud». No hay escritor porque no hay historia que contar. Solo se puede sacar provecho de una belleza que pasa sin dejar rastro en la vida adulta. Siempre lo supo el hermano. La belleza de Parthenope pasa por todo sin cambiar su cruda realidad, sin comenzar una historia. Ese es el motivo por el que Parthenope no pudo interpretar un papel como actriz: la tristeza rezumaba en sus ojos porque había descubierto el secreto de su hermano. Parthenope, la belleza personificada, no puede encarnar ningún papel, es incapaz de ponerse una máscara, como las que llevan las otras actrices de la película o como las que nos ponemos todos cada día.
Tampoco se casa, no comienza una historia personal. Solo le queda dedicarse a la antropología: el arte de ver, como el director con la cámara, que lo siniestro es la única forma que tiene la vida. Ese es el secreto escondido de su profesor de Antropología. Por tanto, sigue muy vigente el análisis de Mendieta en su libro Paolo Sorrentino: el artista napolitano consigue el imposible de contarnos la vida raída del hombre de nuestro tiempo como si fuera una historia; pero es solo un truco. ¿Quién ha encontrado una belleza capaz de dar forma y plenitud a los jirones de su vida?