Para un techo digno, padrón y moratoria a los desahucios
Cáritas Madrid lanza su campaña por las personas sin hogar. Alerta de que se han triplicado los jóvenes en los Centros de Información y Acogida
«Las personas que terminan en la calle han transitado antes por otros tipos de sinhogarismos sin recibir atención», explica a Alfa y Omega Susana Hernández, directora del área de obras sociales diocesanas de Cáritas Madrid. Por poner solo algunos ejemplos, cita a «las mujeres en alojamientos de emergencia por violencia de género, las que viven con una amenaza de desahucio y las que lo hacen de prestado en el sofá de unos amigos». Para todas ellas, Cáritas lanza la campaña Caminemos juntos, en el marco del Día de las Personas sin Hogar que la entidad celebrará el 27 de octubre, y reivindica que todas las personas tengan un techo y, además, un hogar. Según Cáritas Española, le falta a un total de 42.336 y dos de cada diez son mujeres.
Hernández señala que uno de los nuevos retos que plantea el sinhogarismo en Madrid será el fin de la moratoria a los desahucios en diciembre de este año, una prórroga nacida de la COVID-19. «Cuando acabe, nos vamos a encontrar a mucha gente que no puede pagar la vivienda», advierte la directora. Para que estas personas en situación de precariedad no pasen a la calle, exige «que la Administración continúe con la moratoria e implemente políticas de vivienda que permitan el acceso de todos a un hogar». Y advierte con firmeza de que, en este escenario, «las entidades podemos ayudar, pero no somos la solución».
Entre los cambios que podrían implementarse con mayor velocidad, la también presidenta de la red FACIAM pide un padrón actualizado, «algo que da acceso a las prestaciones». Así podría resolverse el hecho de que «el porcentaje de personas en situación de calle que percibe el ingreso mínimo vital (IMV) es muy bajo». Se quedan fuera «aunque cumplan los requisitos» porque «el sistema de solicitud es como una yincana». Algo sangrante en estos tiempos en los que «todos nuestros datos están controlados» y esta ayuda debería ser «de concesión automática». Hernández confiesa que «tenemos en Cáritas un equipo muy formado que acompaña la solicitud del IMV y le ha costado bastante pillarle el truco».
Otra de las nuevas realidades del sinhogarismo en Madrid es que «en los Centros de Información y Acogida hemos pasado de un 10 % a un 30 % de jóvenes». Son de tres tipos. Migrantes de 18 o 19 años recién llegados, los menores que han cumplido 18 años en los centros de tutela y «jóvenes que antes de la pandemia se independizaron, se quedaron en situación precaria y no se han recuperado».
Finalmente, Hernández recuerda un compromiso que ha quedado en papel mojado: «La Plataforma Europea para Combatir el Sinhogarismo, que nació de la declaración de Lisboa en el año 2020, se planteó que nadie durmiera en la calle en 2030. Nos quedan seis años y el número ha aumentado». Reivindica que para lograr un cambio así «no basta con ponerlo en un papel» y señala que en Europa —ese continente desarrollado— se calcula que un millón de personas viven en la calle. En Madrid, según los últimos datos publicados por la Red Municipal de Atención a Personas sin Hogar, son al menos 2.235 personas.
La II Jornada Internacional de Aporofobia que Barcelona albergará los días 24 y 25 de octubre «será un congreso académico, pero tiene también la intención de unir la investigación científica que se está haciendo con las entidades sociales que están trabajando esta cuestión». Lo explica Xavier Casanovas, profesor de la Cátedra de Ética del Instituto Químico de Sarrià, una entidad vinculada a la Universidad Ramon Llull y principal organizadora del evento. Aunque hay más, como Cáritas o Cristianisme i Justícia.
Como novedad, Casanovas revela que «este año vendrán personas del ministerio fiscal porque hay toda una parte de investigación y trabajo en el ámbito jurídico sobre los delitos de odio». Estos tipos de crimen han aumentado un 21,35 % en el último año, lo que no significa necesariamente que vivamos en una sociedad más intransigente, sino que se denuncia más. Pero dentro de ellos con la aporofobia no ocurre lo mismo. Con solo 18 denuncias el año pasado —muy pocas respecto a los casos reales, según Casanovas, porque las personas sin recursos «viven con culpa su pobreza»—, el congreso también presentará «nuevas formas de medir el grado de aporofobia de las ciudades».